33. Nuevas revelaciones

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¿Cómo se supone que me sienta después de esto? Habíamos tenido sexo y me había echado, sé que era porque los chicos iban de vuelta al departamento, pero al menos podría haberse quedado conmigo más tiempo en otro lado, o no sé yo, pero no echarme como si fuese una prostituta.

Traté de eliminar esos pensamientos de mi cabeza, solo me iba a dañar y quizás estaba malinterpretando la situación, definitivamente iba a tener que hablar con Nikolai, pero no ahora.

Entré a mi habitación y ahí vi a Elisa que estaba acostada en su cama con un buzo y un paquete de galletas a medio comer.

—¿Todo bien? —le pregunté, se veía fatal.

—Me ha llegado mi periodo y me siento horrible, me duele muchísimo.

La entendía completamente, yo no soy muy regular que digamos, pero siempre que me bajaba me quedaba en cama sin ser capaz de levantarme por el dolor.

—Tengo un remedio que me sirve a mí, déjame buscarlo —cerré la puerta de la habitación y me dirigí a la mesita de noche donde tenía mi bolsita con todas mis medicinas, no es que tomara muchas, pero eran en caso de emergencias.

—Toma —le entregué la caja con las pastillas—. Tienes que tomar una de cada color, se complementan —le expliqué.

Mientras ella se tomaba la medicina yo decidí que me cambiaría de ropa, además de que quería ir a darme una ducha para limpiarme bien la pintura y el rastro desagradable que me había dejado el ser echada por Nikolai.

—No te quedan muchas, ¿segura que no las quieres guardar para ti?

—No te preocupes, compraré más, además se nota que tú las necesitas y a mí me debiese llegar... —empecé a calcular cuando me debiese llegar, no soy regular, pero jamás se me atrasaba o adelantaba más de tres de meses.

Si mis cálculos no fallaban me debería haber llegado ya. Busqué rápidamente en mi celular la aplicación que usaba para llevar registro de mis periodos. La aplicación tardó una eternidad en abrirse.

¡Dios! ¿Por qué es que cuando una está más apurada y estresada se demoran más?

Cuando por fin se abrió busqué rápidamente la última vez que me había bajado y había sido en julio. Hace ya tres meses.

¡MIERDA!

¿Qué hago? No estoy embarazada porque lo he hecho con protección, puede que simplemente esta vez se haya atrasado aún más. ¿¡Qué hago!?

Mi mamá, tengo que llamar a mi mamá, ella va a saber qué hacer. Rápidamente busco en los contactos y aprieto el de mi mamá, pero antes de que apriete para llamar me acuerdo de que no puedo.

La situación me pega como un balde de agua fría. NO PUEDO LLAMAR A MI MAMÁ. Me siento en el suelo apoyando mi espalda en mi cama y me largo a llorar.

Lloro por mis padres, por mi situación, por lo de Nikolai, por todo. Elisa que seguía hecha un ovillo en su cama se levanta con su manta y se sienta al lado mío. Y me arropa junto a ella con la manta.

—¿Qué ha pasado? —me pregunta despacio, como si tuviera miedo a que me afecte más su pregunta.

—Todo —es lo único que soy capaz de responder.

Elisa no me hizo más preguntas al respecto y solo se limitó a abrazarme y acompañarme mientras lloraba, además de que buscó papel para que me pudiera limpiar la nariz y me compartió de las galletas.

Cuando logré calmarme y ya no me quedaban más lágrimas, le expliqué un poco de lo que me estaba pasando, evitando la parte de Nikolai y La Realeza en general.

Besos de una mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora