6. La primera fiesta

904 80 4
                                    

Los chicos no tardaron en darse cuenta de que no iban a obtener respuestas de mi parte, así que siguieron mi mirada y cuando notaron que estaba mirando a Eros, ellos también le dieron su completa atención.

—¿Acaso también sabes eso, Eros? —Nikolai parecía realmente divertido con la situación.

Eros tomó un poco de aire que luego botó, abriendo los ojos.

—Sus padres no eran la gran cosa —¿Qué derecho tenía él para decir aquello?— Su padre era un director de cine y su madre era directora de audición. Pero ella ahora vive con sus tíos, ellos sí son importantes —me miró como pidiendo autorización para decir lo siguiente, yo no se lo iba a negar, quería ver hasta dónde llegaban sus conocimientos sobre mí.

—Su tía, Marcela Márquez, modelo mejor pagada de España y octava mejor pagada a nivel mundial. Su tío, Oscar Serrano, es accionista tanto de Netflix, Apple, Universal, Gucci y Armani. Es dueño de un quinto de "El Corte Inglés", todo eso por no mencionar que es dueño de las cadenas "Serrano Hotels" y "Paradise Holtes".

Le falto mencionar que también era dueño de tres islas localizadas al norte de República Dominicana, pero que va, practicante sabía todo de mí y yo no sabía nada de él.

Todos se habían quedado callados. Ahora ya no era una alumna más, ahora era otra alumna ricachona, pero yo no había pedido aquello, eran mis tíos los que poseían aquella fortuna, yo no.

—Tenemos a otra niña rica entre nosotros —se burló Philippe.

Yo no quería seguir aquí. Me levanté de la silla y me acerque a Eros, el maldito me iba a escuchar.

—Serás un príncipe, un miembro de La Realeza, pero eso no quita el hecho de que eres un desgraciado mal nacido —y dicho eso me aleje de todos ellos.

Caminé unos minutos hasta que encontré un tronco caído y me senté en él. Sabía que era mala idea salir de fiesta un lunes, claro no sabía que iba a pasar eso, pero tampoco era sensato estar toda la semana cansada por unos minutos de diversión.

Jamás me avergonzaría de mis tíos, por el contrario no podría ser una sobrina más orgullosa, es solo que cuando accedí a venir a este internado en parte fue porque nadie me conocía. No quería que la gente me mirara y me juzgara solo porque creían conocer a mis tíos.

Ya había pasado por eso con mis padres, en varias ocasiones había tenido compañeras que se habían acercado a hablarme solo para saber qué necesitaban para adicionar en algunas películas donde mis padres, u otros directores participaban. Al principio no tenía muchos problemas con responderles, pero después de la cuarta vez uno ya se aburre.

Ahora estaba rodeada de gente con poder y dinero, por lo cual las cosas debiesen ser distintas, todos estábamos en igualdad de condiciones, pero era mi instinto el que me decía que nada sería diferente a los años anteriores, y que todo se volvería a repetir.

—Te advertí que te mantuvieras lejos —dijeron a mis espaldas.

—No te basta con saber todo mi expediente, ¿ahora también me sigues para ver qué hago? —no noté que estaba llorando hasta que Eros limpió unas lágrimas de mis mejillas.

—Nada de esto hubiera pasado si me hubieses escuchado y te hubieses quedado en tu habitación

¿Me estaba regañando?

—¿Disculpa? Pero yo no fui quien te obligó a que revelaras toda mi vida frente a un centenar de desconocidos.

—No hubiese tenido que decirlo si no hubieses asistido.

—¡Eso da lo mismo! —le grité—. ¡No tenías derecho!

—Claro que sí, te estaba haciendo preguntas y tú no estabas respondiendo con la verdad.

Besos de una mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora