20. Compañeros de estudio

852 56 1
                                    

Desperté con los brazos de Isa rodeándome, estaba muy cómoda, extrañaba nuestras pijamadas, pero tenía clase y no me gustaba llegar tarde. Así que con cuidado de no despertar a Isa me levanté y le coloqué una almohada en reemplazo mío.

Me duché rápidamente y volví a mi habitación a vestirme. Elisa seguía durmiendo y ya sabía que ella iniciaba sus clases más tarde, así que no me molesté en despertarla.

Salí en camino al edificio de clases, a pesar de haber bebido bastante anoche no me sentía mal hoy, quizás ya estaba creando resistencia.

¡Sole mío! —grito Mattia detrás de mí.

Me giré para ver a Mattia corriendo para alcanzarme, traía el uniforme mal puesto y su iPad en la mano.

—Mattia —le dije cordialmente.

—Que formal —se rió cuando estuvo frente a mí—. Yo te tengo un bonito apodo, tú también me puedes poner uno.

—Pero me gusta tu nombre —y no mentía, me parecía muy sexy su nombre.

—¿En serio? Bueno, en ese caso puedes seguir llamándome Mattia, pero yo no voy a dejar de llamarte sole mío.

¿Qué quieres? —le pregunté, tenía que ir a clase y él me estaba atrasando.

—Vaya, casi suena como si me estuvieras echando, así que seré directo —adquirió una pose más intimidadora—. Ayer fue tu cumpleaños y no te felicité, así que a cambio te quería invitar a salir un día de estos conmigo. Considéralo tu regalo de cumpleaños —me guiñó un ojo.

¿Mi regalo de cumpleaños? Este chico tenía una muy buena impresión de sí mismo.

Tu vida, tus reglas.

Me recordó mi conciencia.

—Me encantaría —le dije con una sonrisa—. Pero con una condición.

—¿Y si yo no acepto? —preguntó él

—Pues entonces conmigo no vas a tener opciones —le aseguré con la voz más firme que pude encontrar, no me iba a dejar intimidar por él.

—Muy bien, ¿cuál es esa condición?

—No puedes comentarle nada a tus amigos. Sé que Eros fue el que te dijo de mi cumpleaños y ya me dijiste que ustedes se contaban todo, pero quiero que si algo pasa entre nosotros, aunque sea una conversación trivial como esta, quede entre nosotros, nuestro secreto.

Le había pedido lo mismo a Philippe y le iba a pedir lo mismo a los otros chicos si se acercaba a mí con las mismas intenciones.

—Te avergüenzas de mí —se hizo el dolido.

—No, pero no me gusta que vayan contando de mi vida a otros.

—Muy bien, si esa es la condición pues entonces la cumpliré, lo que sucede entre nosotros se queda entre nosotros.

—Gracias.

—No hay de que —empezó a alejarse en camino al edificio de clases—. Nos vemos el viernes para nuestra cita.

¿¡El viernes!? Eso era muy pronto. Isa todavía iba a estar aquí y no podía dejarla sola por salir con un chico.

Iba a decirle si podía cambiar la fecha, pero ya había desaparecido de mi rango de visión, ese chico era rapidísimo.

No me quedó más remedio que ir a la clase que me tocaba, más tarde, en algún momento que tuviese libre me acercaría a él para pedirle cambiar la fecha.

Besos de una mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora