5. La Realeza y sus tronos

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—Vamos chica, ¿qué pierdes con ir a la fiesta? —me reclamaba Victoria desde la cama de Elisa.

—Es lunes y mañana tenemos clases, además ¿no habían hecho ya una fiesta de bienvenida?

Estábamos Elisa, Victoria y yo en nuestra habitación, ellas estaban tratando de convencerme de ir a esta fiesta a la que Mattia nos había invitado, pero honestamente no estaba con ganas de ir. Era lunes y no quería estar toda la semana cansada por ir de fiesta.

—No, la fiesta de ayer fue de despedida de las vacaciones, hoy es de bienvenida al nuevo año, además, ya llegaron todos los miembros de La Realeza, así que ahora va a ser aún más divertido.

—Yo opino que no debería ir, si no quiere no podemos obligarla —dijo Mercedes mientras entraba a la habitación.

—Gracias, alguien que esté de mi lado.

—Vamos, no seas aguafiestas, te la vas a pasar en grande —Victoria se sentó conmigo—. ¿Eres virgen?

Esta chica no tenía filtro. ¿Acaso era normal que preguntara cosas así? Tan libremente. ¡Apenas me conocía!

—No sé si me siento cómoda respondiendo aquello.

—Vamos, no hay nada de qué sentir vergüenza, además si nos dices sabremos si es seguro que vayas o no a la fiesta.

Esta conversación se estaba tornando muy extraña.

—¿Por qué? ¿Acaso hacen algún rito de iniciación a las vírgenes o algo por el estilo?

—Así que no eres virgen —me miró fijamente Mercedes.

—No —respondí secamente.

—¿Lo ves? No hay nada que temer, puedes ir a la fiesta y disfrutar de la buena vida sin tener que cuidar tu espalda —Victoria se levantó y se empezó a agregar su atuendo en el espejo—. Tampoco es como tú dijiste, no hay ningún rito de iniciación ni nada, es solo que a algunos chicos, les vuelve un poco locos las vírgenes.

Elisa le dedicó una mirada para que se callara, la cual me asustó más a mí que a Victoria.

—No lo sé chicas —no me convencían.

—Vamos, tienes que iniciar tu año como se debe, prometo que si vas a esta fiesta no te molestaré para que vayas a todas las que vienen —Victoria realmente no se daba por vencida.

—¿Todas las que vienen? —pregunté asustada. ¿Cuántas fiestas hacían?

—Sí, hacemos al menos unas cuatro o cinco al mes. Algunas son los fines de semana, otras los días de semana. Las mejores son las fiestas temáticas o la de los cumpleaños de La Realeza.

Genial, mis tíos me inscribieron en un internado para ricachones que no hacen más que emborracharse y celebrar por cosas sin sentido.

—Está bien, iré, pero sólo si me prometes no molestarme con fiestas futuras.

—Hecho —Victoria se acercó rápidamente a mi cómoda y empezó a revisar mi ropa.

Veinte minutos después estábamos caminando por los jardines traseros en dirección a la fiesta, que era realizada en una parcela a las afueras de los terrenos del internado. Las chicas me habían vestido con unos jeans ajustados, una blusa blanca un poco traslúcida y un chaleco de lana, ya que hacía frío.

Todavía no me convencía mucho esto de ir a una fiesta un lunes, pero no iba a negar que sí me tenía intrigada conocer cómo eran las fiestas de internado, ya que si éramos honestos estas estaban más que prohibidas, lo cual las hacía más atractivas.

Besos de una mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora