39. Té a medianoche

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No es algo de lo que me enorgullezca compartir, pero apenas llegué al edificio de las residencias tuve que correr al baño. Algo del picnic definitivamente me había caído mal.

Después de lo que parecieron diez minutos logré salir del baño y pensaba dirigirme a mi habitación a hacerme una bolita y esperar a que se me pasase el dolor, pero decidí que lo mejor sería ir a la cocina a buscar agua para hacerme un té.

Ya era tarde, pero de seguro todavía estaba la encargada de la cocina ordenando las últimas cosas y a ella podría pedirle el agua.

Cuando salí del baño en vez de dirigirme a mi habitación esta vez fui a la entrada del edificio, afuera ya había anochecido y las temperaturas ya habían bajado, yo seguía con el vestido que no era lo ideal para este momento, pero no estaba con ganas de subir a buscar algo para abrigarme.

A pesar de ya haber oscurecido no fue necesario que utilizara la linterna de mi celular para alúmbrame el camino hasta el castillo, el internado tenía algunos postes de luz, pero a mi parecer eran muy pocos, quizás no esperaban que alguien recorriera de noche por estos lugares.

Llegué al castillo, con más frío del que esperaba y rápidamente me dirigí al comedor, cuando me asomé me di cuenta de que en la cocina todavía había unas luces prendidas, así que no perdí el tiempo y fui para allá.

Erika, la encargada de la cocina, estaba dejando las últimas cosas listas para el desayuna de mañana cuando me vio, pegó un salto del susto

—Pige, gør ikke det mod mig, der dræber mig —(Chica, no me hagas eso que me matas).

—Lo siento mucho, Erika —dije reprimiendo una risa—. Quería saber si existía alguna posibilidad de que me dejaras hacerme un té, es que estoy con dolor de estómago.

—Claro claro, siéntate ahí que ya te lo preparo—. Me dijo en inglés con un poco de acento.

Mi plan original era yo hacerme mi té, pero si Erika se ofrecía a hacérmelo no me iba a negar.

Me senté en una de las mesas mientras esperaba y saqué mi celular para ver un poco de Instagram. Mis amigos habían subido varias fotos ya que habían hecho un pequeño viaje a Toledo, por lo visto habían ido a pasar la noche y a recorrer en el día.

Lo extrañaba mucho, verlos todos los días, las locuras que hacíamos y nuestros viajes improvisados. Una vez incluso fuimos a Portugal por todo un fin de semana. Pero así como los extrañaba, tenía que admitir que estaba disfrutando un montón estando en Dinamarca, conociendo a tantas personas, todas de distintas nacionalidades, conociendo también un poco de Copenhague y viendo cómo se vive la adolescencia en otros lugares del mundo.

Mi madre siempre me hacía verle las cosas buenas a las cosas, si llegaba a mi casa con una mala calificación me decía que lo bueno es que ahora ya sabía en qué estaba deficiente, si me caía de la bici me decía que para la próxima ya sabía que tenía que mejorar mi equilibrio.

Si ella estuviese ahora aquí conmigo me diría lo que siempre me diría, "Una gota de lluvia no te puede arruinar las incontables horas de sol."

Puede que no esté en España disfrutando con mis amigos, pero estaba acá en Copenhague, conociendo gente nueva, distintas, culturas, distintas personas, y eso era algo que no todos podían experimentar.

—¿Melancólica iliotrópio? —dijeron frente a mí.

Quité la vista de la pantalla del celular y vi que Eros estaba sentado frente a mí. Iba con el pelo algo despeinado, él, a diferencia mía, si iba abrigado con chaleco de lana color crema.

Besos de una mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora