45. Milano

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Anduvimos por una media hora hasta que llegamos a un sector más reservado del aeropuerto de Copenhague, ahí nos esperaba lo que supuse era un avión privado.

Mi mente no dejaba de sorprenderse con lo que veía. ¿Yo, viajar en un avión privado? Ni en mis más locos sueños se me habría ocurrido aquello. Si bien mis padres eran adinerados y mis tíos también lo eran, nunca estuvo dentro de mis prioridades, mucho menos dentro de mis deseos, viajar en un avión privado, ni siquiera sabía cuánto podía costar aquello.

Cuando nos bajamos del auto pude observar el nombre que tenía a un costado el avión. Tenía escrito en cursiva y de un color azul, pasando a celeste, "di Marco" y con eso me quedó más que claro que este avión no era arrendado sino que pertenecía a la familia de Mattia.

Estaba sin palabras, esto era demasiado extravagante y surreal.

—Vamos Dorian, no tenemos tiempo que perder si queremos llegar a Milano antes de que cierren todas las tiendas.

Me tomó de la mano y empezó a caminar en dirección a las escaleras del avión, llevándome con él.

Mi cuerpo era casi incapaz de contener la emoción de estar a punto de viajar en avión privado, puede que para algunos esto sea muy normal, pero para mí era algo completamente nuevo, y si quería emocionarme pues eso iba a hacer. Apreté un poco más la mano de Mattia y él giró su cabeza para verme y me dedicó una sonrisa divertida.

—Tranquila sole mío, es solo un viaje de una hora y media —me intentó tranquilizar.

Debió haber pensado que estaba nerviosa por viajar en avión, y no mega emocionada por viajar en un avión privado. Le sonreí de vuelta para que pensara aquello, ya que no le iba admitir lo segundo, eso era algo que se quedaba entre mi conciencia y yo.

Entramos al avión y yo seguía conteniendo mis ganas de chillar de la emoción.

—Buenas tardes, señor di Marco —un señor vestido de terno que estaba en la puerta saludó a Mattia—. Señorita Márquez —se dirigió a mí.

¿Cómo sabe mi nombre?

Le sonreí en respuesta mientras Mattia le hablaba.

—Giovanni, te he dicho que me llames Mattia, el señor di Marco es mi padre —sonaba exasperado.

—Lo siento, Mattia, bienvenido nuevamente, despegamos en unos minutos así que pónganse cómodos y las aeromozas los atienden enseguida.

Nos dirigimos al interior y este era mucho más lujoso de lo que jamás me hubiese imaginado. Tenía un par de asientos de cuero color crema y unas mesas que se veían incluso más caras que las que había en la casa de mis tíos, y eso era mucho decir.

Nos sentamos uno frente al otro y enseguida llegó una chica a atendernos. Mattia pidió algo para tomar con alcohol y yo pedí un agua.

El piloto anunció que estábamos próximos a despegar cuando se me ocurrió que debería avisarle a mis tíos que iba a viajar a Italia. ¿Era esto siquiera legal?

Marqué a mi tía quien al segundo tono contestó mi llamada.

—¡Cariño! ¿Cómo estás?

—Hola tía, estoy bien, de hecho te llamaba para avisarte que voy a viajar a Italia.

—¡¿Qué?! —me gritó del otro lado de la línea.

—Un amigo me ha invitado a pasar unos días con él a Italia dado que estamos en la semana ejecutiva, ¿te acuerdas de que te comenté que teníamos libre esta semana?

—Sí, me acuerdo de que me hablaste sobre esta semana, pero jamás me dijiste que te ibas a ir a Italia con un chico al que ni siquiera conozco.

—Lo sé, es que fue algo que sucedió de improviso, pero te prometo que me voy a cuidar y voy con un amigo en quien confio.

Besos de una mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora