16. Nuevas experiencias

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Jamás había tenido sexo casual ¡Por amor a dios! Prácticamente era virgen, claro que no había tenido sexo casual. Pero si estamos en eso, nunca había tenido nada casual, ni siquiera besos casuales. Por eso todo lo que había pasado con Eros me parecía surreal.

No me arrepentía, había sido una experiencia inolvidable, Eros fue gentil, y aunque me dolió un poco, supongo que porque estaba muy estrecha, todo se sintió genial.

Ahora el problema era que no habíamos usado protección y yo no tomaba anticonceptivos, por lo que ahora de alguna forma me tenía que conseguir las pastillas del día después. Tendría que ir a la ciudad a comprarla, porque dudo que en la enfermería del lugar me dieran una.

Era domingo y no tenía tanto trabajo para la semana, así que podía ir enseguida a la ciudad. Aproveche que Elisa estaba durmiendo para salir de la pieza sin que me preguntara que iba a hacer.

Bajé por las escaleras, estaba muy nerviosa para tomar el ascensor, jamás pensé que pasaría por esto.

¿Tenía que decirle a Eros? ¿Cómo la pido? ¿Cómo rayos se llaman las farmacias acá?

Salí del edificio, los nervios me estaban comiendo por dentro, así que yo me estaba comiendo las uñas, cuando a lo lejos vi que alguien se acercaba a mí. Honestamente no esperaba encontrarme con nadie hoy día, no después de la fiesta de anoche. Yo tenía una gran resaca, pero mi objetivo era superior a mi sufrimiento.

Distinguí a la persona que se me acercaba, era Eros, girando un llavero lleno de llaves en su dedo, mientras que silbaba alegremente, ¿cómo es que estaba despierto y alegre a estas horas?

Pensé en alejarme y evitar cualquier contacto con él, no porque me arrepintiera de algo, pero por un poco de vergüenza, no sabía cómo reaccionar a esta situación, ¿Qué se supone que le diga?

—Iliotrópio, justo la chica que buscaba —me dijo quedando a centímetros de distancia.

—Eros... ¿Qué haces acá?

—Te traje algo —sacó un pequeño sobre de su bolsillo y jugó con él por unos segundos antes de entregármelo—. No sé si tomas anticonceptivos, pero te la doy por si las moscas, tampoco te estoy obligando a usarla, pero pensé que si la quisieras era mejor que te la trajera a que fueras a una ciudad desconocida a comprarla.

Abrí el sobre y ahí había una pastilla con un papel de instrucciones. Leí el papel y entendí que era la píldora del día después. Lo miré incrédula ¿Quién era y que había hecho con el mal humorado idiota que yo había conocido?

—Sabes, si alguien nos viera pensaría que te estoy pasando drogas ilegales —cerró mi mano con el sobre en ella y luego me miró directo a los ojos—. Será mejor que lo escondas.

Yo seguía sin palabras, jamás en mi vida imaginé que un chico me daría la píldora del día después, mucho menos que ese chico sería Eros, el idiota que me había regañado por asistir a sus fiestas y que me había pedido que me alejara de él para luego follarme en una piscina.

—Entonces... —él notó que yo no decía nada—. Lee las instrucciones si decides tomarla, y si no es mucho pedir, avísame si lo haces.

Se alejó de la misma forma en la que había llegado, con las llaves girando en su dedo y silbando, caminaba como si lo que acabase de hacer fuese de lo más normal. O quizás para él si lo era. Quizás él sí iba follando por la vida y entregando la píldora el día después para no cometer errores.

Ese pensamiento me congeló como si me hubiesen tirado un balde de agua fría. Lo más probable es que el estilo de vida de Eros y de sus amigos sí fuese así, fiesta todas las semanas y por consiguiente un polvo todas las semanas, si es que o todos los días. ¡Y yo había permitido que lo hiciese conmigo! ¿Qué pasó con mi amor propio?

Besos de una mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora