18. La mejor amiga

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Me giré en la banca y ahí la vi, Isa, con un sombrero extremadamente grande, una maleta en su mano y sus clásicos lentes de sol.

Apenas la vi salí corriendo a abrazarla, la extrañaba demasiado, necesitaba un abrazo suyo.

—¡Burbuja! —Le dije al mismo tiempo que pasaba mis brazos por su cintura para abrazarla, y ella me los pasaba por los hombros.

—Feliz cumpleaños cariño —me abrazó fuerte.

No respondí, necesitaba silencio, paz, tranquilidad e Isa me generaba eso, quería abrazarla y poder olvidar por un momento todo lo demás.

Me separé de ella y no pude evitar una lágrima que cayó por mi mejilla.

—¿Qué haces acá? —le pregunté secándome la lágrima

—¿No pensaste que te dejaría pasar tu cumpleaños sola? —me tomó de la mano y empezó a caminar conmigo.

Podía asegurar que no sabía a dónde iba, pero me divertía verla tan segura de sí misma, no iba a arruinar su plan de ir a... algún lugar del internado .

—Entonces, ¿qué vamos a hacer hoy? Me dijiste que hacen fiestas todos los días, así que no espero menos para hoy —sentía la emoción en su voz.

—Lo siento, hoy no hay ninguna fiesta, pero unos amigos me invitaron a celebrar a un restaurante mexicano.

—¿¡En serio!? ¿Le dijiste a tus compañeros que hoy es tu cumpleaños? ¡Bien, Dorian! —se detuvo—. Por cierto, no tengo ni la más mínima idea de a donde voy.

—Lo supuse —solté una carcajada—. Y no, no le dije a nadie, vamos a celebrar la independencia de México, ellos son mexicanos.

—En ese caso me apunto. Margarita, tequila mmmh, ya puedo saborearlo.

—Genial, le diré a mi amigo que te unes —tomé su maleta y me dirigí a la residencia—. Ahora vamos a que te instales, te vas a quedar conmigo. ¿Cuándo te vas?

—¿Ya me estás echando? —se hizo la ofendida—. Pero si acabo de llegar.

—Isa, lo digo en serio, te vas a quedar conmigo, pero lo vas a hacer de forma ilegal, si te descubren nos matan a las dos.

—Está bien, me voy el viernes, o antes si lo quieres —me empezó a seguir a las residencias—. Realmente no tengo nada concreto, planeaba ir el viernes al aeropuerto, o el jueves y comprar un billete de vuelta.

Había algo que siempre había envidiado de Isa, y era su capacidad de vivir el momento. Ella siempre hacía lo que le parecía bien en ese instante, si quería comprar una cabra, la compraba, si quería viajar a Italia, iba a un aeropuerto e iba a Italia. Era un espíritu libre, yo por otro lado, era de esas personas que pensaban las cosas al menos unas cinco veces antes de tomar una decisión, y por lo general (si no estaba con Isa) tomaba la decisión segura, la que no me causaría problemas en el futuro.

—Perfecto, te puedo acompañar ese día. Ahora vamos, que más tarde tengo una clase.

Estábamos por llegar al edificio cuando nos encontramos con una imagen que ya se me estaba haciendo cotidiana. Cinco chicos conocidos popularmente como La Realeza.

Iban con el uniforme, Mattia al centro, Philippe y Eros a su izquierda, Alek y Nikolai a su derecha. Estaban hablando entre ellos y tenían un aura de superioridad alrededor de ellos.

Venían en dirección nuestra y quería evitarlos, pero Alek ya me había visto, no había escapatoria.

—¿Quiénes son esos chicos? —Isa me preguntó en un susurro.

Besos de una mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora