7. Amigos del pasado

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Nada más estresante que los ruiditos que hace la computadora cuando está esperando que se conecten del otro lado de la línea.

Estaba en los jardines, no quería ir a mi habitación porque Elisa estaba ahí y no quería molestarla, tampoco había podido ir a la biblioteca porque ahí tenía que estar en silencio. Así que lo único que se me ocurrió fue venir para acá, menos mal tenía una buena recepción de internet.

—Bueno buenoooooo —me saludó Ale del otro lado de la pantalla— Mírate nada más con uniforme.

En mi antiguo colegio no usábamos uniforme, en un pasado sí, pero luego de mucha insistencia por parte de los representantes estudiantiles lo lograron suprimir. A mí realmente me daba lo mismo utilizarlos, pero al parecer a la mayoría le molestaba.

—Deja de ocupar toda la pantalla, nosotros también queremos saludar —León la jaló de pelo y luego apareció en mi pantalla.

—Hola chicos —saludé de vuelta, ya estaba empezando a extrañar sus caras.

—¿Cómo se siente estar en un internado rodeada de príncipes y princesas?

—No es la gran cosa. Todos son muy normales a decir verdad —todos menos los cinco chicos "especiales".

—Oh vamos, me estas diciendo que no son para nada especiales, que no tiene guardias alrededor de ellos a todas horas.

Él tenía razón, no había visto guardias con ellos, o quizás no me había fijado bien, debía de haber guardias en algún lado. Puede que estuviésemos en un recinto de máxima seguridad, pero dudo que la verdadera realeza dejase que sus herederos fueran a algún lugar desprotegidos.

—Te estoy diciendo que no son la gran cosa, sí, puede que tengan un pequeño complejo de superioridad, pero quién en su lugar no lo tendría, literalmente son la cabeza de todo un país.

—¡Qué va! Yo hice espacio en mi agenda de hoy para que nos contaras todos los jugosos detalles de tus compañeros y tú no nos dices nada bueno —ahora apareció Lucas.

—Gracias Lucas, por ser tan considerado y disculpa que mis aburridos compañeros no sean lo que tu esperabas.

—Bueno supongo que puedo quedarme un rato más si estás tan agradecida por mi presencia.

—Mejor anda a buscar las pizzas que ya deberían estar listas —Isa lo tiró de una oreja—. Hola bombón.

—Hola burbuja —le devolví el saludo.

—¿Cómo estás? ¿Te estás alimentando bien? ¿Estás durmiendo lo suficiente? ¿Te estás abrigando? ¿Cómo te sientes? —me bombardeó de preguntas.

—Tranquila mamá gallina, se ve bien, además solo lleva unos días, no hay nada de qué preocuparse —apareció el último que me faltaba, Fede—. Hola linda, ¿cómo estás?

—Bien gracias —le dije con una sonrisa.

—Chicos chicos, ¿Qué está pasando aquí? —León agarró del cuello a Fede y luego intercaló su vista entre la pantalla y él—. ¿Es que por fin van a intentar algo?

—¿A qué te refieres? —Fede sonaba descolocado, pero eso no borraba la sonrisa que tenía en su cara—. ¿Acaso ustedes sabían?

—Vamos Fede, realmente tenías que estar ciego para no notar los corazones que se formaban en sus ojos cada vez que te miraba —le respondió León, confirmando mi teoría de que no era tan disimulada como creía.

—O y tú no fuiste capaz de decirme —le reclamó de vuelta.

Fede y León se empezaron a pelear entre ellos, Isa los corrió para que siguieran su pequeña pelea lejos de la cámara, pero uno podía oír partes de lo que decían.

Besos de una mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora