La bolsa de viaje fue a parar al suelo, junto a las vigas que los trabajadores habían apostado allí tan solo unos minutos antes. Eric, con el ceño fruncido, se colocó las manos en la cadera, mientras examinaba a consciencia el aspecto risueño de sus dos colaboradores.
—Te lo digo en serio —masculló Arthur—. Le dio algún brebaje, que no me la aguanto, caramba.
—A ver —reclamó la atención de ambos, que lo miraron exultantes por ese secreto que sabían y no así él—, hablen claro, que entre cada risa hay una palabra y no les estoy entendiendo.
Fue Martin quien se quitó la gorra, enfurruñando el gesto después de que los rayos del sol le golpearan el rostro. Lo cierto era que, en mitad del dia, el cénit del gran astro azotaba la piel del que estuviera lo bastante expuesto.
De los tres, el menos acostumbrado a un trabajo tan extenuante era él, así que con acidez, dijo—: La señorita Camil ha hechizado a tu asistente. Ha venido a darnos un sermón de lo importante que es no causar daños en el terreno cercano a la cascada.
—Pero firmó el convenio, ¿no?
Ellos asintieron, pero compartieron una mirada que a Eric le causó escalofrío. Chasqueó la lengua y se olvidó de que todavía le faltaba instalarse en su habitación de hotel. No obstante, la prioridad era sondear a Maggie; quería darse cuenta por sí mismo de la posición en la que se encontraban. Él, y su empresa.
Joshep le había dejado claro que aquella era una clase de prueba para obsequiarle, en caso de concertar un compromiso con Gabrielle, un porcentaje de las acciones que le habían pertenecido casi toda la vida.
Ni Junior ni Gaby tenían acciones en la constructora, y el anhelo de llegar a esa meta le provocó vértigo. Casarse con Gabriela era también sinónimo de saltar en el podio del número uno, y a la vez, hacer feliz a su madre.
—Hola, señor Wolf —lo llamó una mujer, justo antes de que cruzara el jardín de la casita.
Maggie estaba vestida con unos shorts que dejaban a la vista sus piernas pálidas; traía un sombrero que le cubría la mirada del sol, pero a pesar de ello, las pecas de su rostro eran lo suficientemente notables como para percatarse de que le encantaban los rayos UV. El pelo también lo llevaba esclarecido, por pasar largos ratos debajo del sol, sin cubrirse. No era una mujer especialmente curvilínea y, aun así, su delgadez resultaba llamativa, como luminosa.
Eric, ya acostumbrado al desgarbo de Carol, se limitó a memorizar su apariencia y no reparar más de lo debido en la faceta de chica campirana que ofrecía ese día. Además había otra cosa extraña en ella: tenía el cabello suelto y enmarañado y una sonrisa enorme, de oreja a oreja, iluminaba su cara.
Estaba feliz.
Algo había hecho que su actitud fuera jocosa y febril, lo que aumentó el calor en demasía.
—Buenas tardes, señorita —dijo, en voz baja pero con firmeza—. Estoy buscando a mi disoluta asistente.
Las cejas de Maggie se arrugaron.
—Qué manera de buscarla tiene...
Era evidente que se estaba quejando... Eric rogó al cielo por no haber despertado a la feminista radical que, según su blog, había dentro de ella; así: no la mostraba a primeras luces, sino que la dejaba surgir cuando la ocasión lo ameritaba.
Como era de esperarse, comprendió que una persona ajena a su círculo sabía de la relación de amor-odio que mantenían Carol y él. Tampoco deseaba explicársela, pero se sintió un poco imbécil al respecto.
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Bruja
Romance«Bruja» llaman los habitantes de Duns a Maggie por vivir sola, encerrada y aferrada al recuerdo de su padre. Eric Wolf hace honor a su apellido y ha crecido en ITALO -corporación de construcción y bienes raíces- con sangre y sudor, con un plan de v...