Capítulo 34

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Tras despedirse, Gabriela le dio un beso a su madre y se giró para subir por las escaleras. Les habían dado una habitación compartida en el pasillo del segundo piso, y su madre estaba maravillada con ella, ya que el rústico era su estilo preferido. Eric lo sabía y, mientras le daba un trago a su cerveza, con la mente en El Valle pero la mirada en Diane, hizo un repaso de los acabados de la casa de su padrastro.

En ese momento Diane lo miró a los ojos e hizo una mueca.

—Entiendo que debes de estar cansado, lamento haber venido sin avistare.

Sacudió la cabeza y dijo—: Yo sé que te gusta revisar que no me haya pasado nada malo.

—No he venido para...

—Mamá, la excusa de que Jacobson está mordiendo mis arterias in absentia es un poco infantil.

Con las cejas enarcadas su madre entreabrió los labios. Se la veía un poco a la defensiva. No era la primera vez que lo visitaba en una construcción, pero sí era la primera que arrastraba a Gabriela en la empresa de vigilarlo de cerca o de amenazar a los ingenieros para que dieran un veredicto favorable.

—La verdad es que quería hablar contigo, y me alegra que nos demos un tiempo. Cerrado el contrato no íbamos a poder jamás. Como diría papá, es cosa del viento, que te trajo.

—O me lleva —repuso como cada vez que su padre entraba como sujeto en una oración.

Eric sonrió por dentro y por fuera y se planteó la idea de rechazar aquella conversación que de lógica no tenía nada. Pero lo cierto era que, en un ochenta por ciento, su cuerpo quería irse de ahí y ver si Maggie se sentía mejor. Había visto a Lester y los otros, salvo Carol, arribar a la posada y al no ver alarma en ellos ni afán por buscarlo, se imaginó que la herida no era grave.

—Estoy muy nervioso con todo esto del estudio. Y yo que pensé que la renuencia de Mags iba a ser la parte difícil.

—Por lo que veo te lo pasaste muy bien —masculló ella con cautela—. Estás bronceado.

—Me hacían falta vacaciones.

—Pero estás aquí para trabajar.

—Mamá, no te estarás pensando en serio que me case con Gaby, espero. Porque si es así lo más probable es que te voy a complacer y mi vida será trabajo las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. —Se lo imaginó—. Hasta el sexo.

Diane abrió los ojos y le dio un trago a su copa de vino blanco. Acto seguido negó con la cabeza.

—Fue idea de Josh, y tú no te habías negado —sus cejas volvieron a fruncirse—. Desde los quince no puedo hacer nada sin temer que no sepas qué hacer. Un poco cansado sí es, lo admito.

—A ver —Eric se pasó la mano por el pelo. Hacía un calor horrible y para variar tenía ganas de beber un poco más para evadir la culpa tras haber salido corriendo de El Valle—, tú siempre me estás diciendo que Josh ha hecho por nosotros lo que papá no.

—Y es cierto.

—No lo sé, no haces más que confundirme.

—Gabriela es como mi hija, Eric, y tú no haces más que parecerte a tu padre cada día que pasa. Es como si hubiera escupido para arriba. Cúlpame de lo que quieras, pero yo no te dije que siguieras el batiburrillo en la galería.

Cerró los ojos, sin darse cuenta de cómo había llegado a asumir que todos querían algo de él que realmente era absurdo.

—Tú misma me dijiste que era lo mejor...

—Eso fue antes de que Josh me dijera que era el requisito para cederte acciones.

—No lo pensaste tú nada más.

—Igual eres su empleado, estás obligado a seguir sus órdenes, y creo que no es tiempo de que le digas nada a Gabriela.

Puso la mirada en su reloj y lanzó un suspiro.

—No parece que la propietaria sea complicada como Tim dijo —comentó tras pasados varios minutos.

—Fue error del departamento mandar a alguien de ventas mundanas para examinar un terreno como este —respondió—. Aquí todo el mundo ha juzgado a Maggie como si estuviera loca.

—¿Y no lo está?

—Papá la amaría.

—Entonces está loca.

—Ahora que lo dices, ¿podrías dejar de insinuar que es un loco?

—No lo digo porque, literalmente, crea que es un demente. Es un demente porque creo que literalmente vive la vida como loco.

—Siento que es un tema que tú y yo no deberíamos tocar. A veces pienso que aún lo amas.

Había estado sonriendo y con la mirada rondando por el establecimiento. Tras observar la extensión de una guirnalda de focos, miró a su madre y se dio cuenta de que lo miraba como cuando niño, en esas ocasiones en las que se había negado a dejarlo hablar con su padre.

—Fue un buen esposo y un grandioso padre. Una parte de mí siempre lo va a amar...

—Lo siento, mamá, yo no...

—Por favor —lo silenció ella, con ese tono demandante al que Carol tanto miedo le temía—, somos adultos, podemos tener este tipo de conversaciones. Además, tienes razón.

Eric percibió que algo cambiaba en el ambiente. No había tocado el tema de la quemadura de Maggie, pero su madre había preguntado, así que tuvo que contarle a grandes rasgos del descuido del operador de la máquina.

—Mañana las recogerán todas. Se quedarán en una bodega que ya rentamos, al menos hasta que empecemos la obra.

Diane asintió y comentó que quería marcharse a su habitación. Antes de marcharse al día siguiente deseaba ir con Gabriela a pasear en Jeep por la Costa, una práctica que los lugareños llamaban La segunda muerte, por el despliegue de acantilados que asomaban a la bahía. Eric permaneció un rato a solas, bebiéndose otra cerveza y miró la todoterreno, que yacía aparcada al otro lado de la acera.

—¡Calor infernal! —soltó una voz femenina a su lado.

Carol se quitó la gorra y lo miró, con gesto de asombro.

—Qué sorpresa, venía pensando si estarías en la iglesia o en el registro civil.

—Hoy precisamente no estoy de humor para ironías.

—No ha sido una ironía.

—Carol, ¿cómo está Maggie?

—Si te refieres a la quemadura, bien. Si es de lo otro, hecha un mar de llanto.

Se volvió completamente a mirarla.

—¿Cómo?

—Sí, dijo algo acerca de que le mentiste, o más bien que no eras diferente de otros... No sé bien de qué hablaba, solo sé que parecía muy muy triste. —Echó la cabeza atrás y al reponerse continuó—: También dijo que prefería no verte más, hasta la firma al menos.

Luego de palmearle el hombro, empezó caminar rumbo al vestíbulo de la posada.

La gente caminaba por las aceras con direcciones indistintas, y nadie doblaba hacia El Valle, donde Maggie, por su culpa, estaría muy decepcionada seguro. 

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