Capítulo 20

749 194 16
                                    





Maggie se irguió tan deprisa que no le dio tiempo a Eric de apartarse de su lado. Sus cabezas emitieron un sonido sordo al golpearse una contra la otra.

—Auch —dijeron al unísono.

Eric fue el primero en reaccionar, mientras se masajeaba la frente.

—Qué manera de marcar un límite, Dios.

—No, Jesús, lo siento.

—Tranquila, fue cuestión del vino —Eric repuso y se dio la vuelta para ocultar su rostro.

Maggie lo siguió, impidiendo que dejase de mirarla. Buscó sus ojos y, abrazada de sí misma, intentó capturar la imagen que tenía al frente.

Confundida, alzó las cejas.

—¿Querías besarme? —inquirió.

—Eh... probablemente esperaba hacerlo. Ahora que lo pienso, parece un disparate.

—Las palabras no son lo tuyo —se quejó ella—. Decirme que fue un impulso del momento... Ugh.

Eric rodó los ojos.

Maggie, sincerándose, apartó la vista.

—Estaba teniendo una plática con una persona que no se preocupa por el dinero, aunque tiene lo suficiente y más para vivir; esa persona me ofrece un consuelo que no pensé que necesitara. —Su sonrisa era de suficiencia, así que Maggie no lo entendió mucho y prefirió aguardar hasta que él se explicara mejor—. Todo ese relato de la relación de tus padres y cómo se enojó contigo por irte... Se parece mucho a mi historia.

—Ah, ahora resulta que te proyectaste en mí. Eres un poco narcisista.

—Maggie, ¡relájate! Al final no lo hice. No te besé. No crucé la línea.

—No me molesta que lo hagas —repuso, cada vez más tímida al respecto—. Me fastidia que lo haces parecer una acción que no te pensaste mucho.

—Mags...

—A todo esto, ¿de dónde has sacado eso de Mags?

—De tu seudónimo —dijo—, es lindo. Tienes las mejillas lindas, y esas pecas... —Las señaló—. Son lindas. Te asoleas mucho y eso, no sé por qué, me parece hermoso. Imagino que estás llena de vitamina de, que no sufres de insuficiencias renales o algo parecido.

Anonadada, Maggie estiró una sonrisa. Una sonrisa tonta. Habían pasado un rato desde que se bebieran el último trago del vino, de manera que se sintió un poco más tranquila de saber que esa absurda charla no era producto del alcohol.

Claro que no...

Si el alcohol hubiera estado presente, Eric la habría besado y ella no hubiera hecho ningún drama.

—Es verdad que tenemos cosas en común —le concedió—. El drama familiar es uno. Pero tú y yo estamos haciendo un trato de negocios.

—Que podemos cerrar con algo distinto —Eric espetó.

Tenía el pelo enmarañado y la cara envuelta en otra de esas máscaras de imperturbabilidad.

—Sí, podemos arrojarnos de la roca en la cascada. Sería una buena forma de festejar.

—Maggie, esas aventuras no van conmigo. Mírame, soy una persona de suburbios.

—Seguro lo eres delante de tu madre —Maggie volvió sobre sus pasos y empezó a rociar el líquido para terminar de apagar la fogata—. Puedes evitar hablar con tus compañeros de trabajo y fingir lo que quieras, pero conozco bien a una persona que está haciendo algo que no ama hacer. —Se guardó las manos en el short de mezclilla, después de terminar de extinguir el resto de las llamas—. Créeme, la he visto durante tres años en el mismo espejo.

A juzgar por su expresión, hubiera podido jurar que quería maldecirla o algo por el estilo, pero en lugar de eso, Eric parpadeó, miró hacia la oscuridad de la noche, como si todavía alcanzara a ver las ondas del río. Lo observó suspirar, con la anchura de sus hombros subir y bajar entrecortadamente, como si estuviera cansadísimo.

Al cabo de unos segundos de introspección, sacudió levemente la cabeza.

—Otra cosa que tenemos en común, entonces. —Empezó a caminar hacia la casa de campaña pero le dijo antes de entrar—: Tendrás que soportar verme en calzoncillos, porque no tengo traje de baño.

Maggie se alivió de que no se cerrara de nuevo.Le quedaban como dos días para terminar las semanas que marcaba el acuerdo, asíque ir a la cascada, como última parada y recurso manipulador, también era unmomento que, quizás, recordaría durante mucho tiempo. 

BrujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora