Capítulo 25

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El vaso que Maggie había dejado encima de la mesa del café se cayó cuando Arthur trató de levantarse. Después de beberse varias copas de vino y engullir la mitad de la tarta comprada por Carol en la pastelería, tenía un aspecto harto repleto. Su rostro estaba tintado de coloretes rojizos y hacía unas muecas extrañas que decidió dejar de mirar cuando la discusión entre Eric y Carol retomó su curso.

—Que no, entiéndelo —exclamó ella—. Si empiezas a construir un sitio para que la gente venga a divertirse este no puede tomar un concepto histórico.

—Se supone que el tema es el acampar —se rio Eric—. No me digas que no te gustaría entrar en una especie de museo...

Carol pareció estarlo pensando durante un par de minutos, que aprovechó para darle otro trago a su copa y al tragar dijo—: Sí, pero no todas las personas son como yo.

—Bueno, el parque tiene que ser sustentable por sí mismo. Lo que quiere decir que vendrán miles de personas y entre esos miles por lo menos la mitad seguro que quiere ver un museo. —Martin estaba bebiendo cerveza. No le gustaba el vino dulzón y esa noche Eric había comprado cuatro botellas de vino dulzón y dos de seco.

Ambos se habían repartido una copa y una copa para probar los dos tipos, pero Martin, reacio a probar nada que estuviera filtrado con clara de huevo, se empeñó en traer dos sixpacks de cerveza de malta.

En otras circunstancias Maggie le habría hecho la cortesía de probar una, pero estaban comiendo pizza, así que se sintió tentada pero nada más.

—Eric, es demasiado arriesgado. Y con tu perdón pero en tu familia no pueden aceptar ningún error.

Era obvio que Carol iba un poco entonada. Cosa que quedó patente cuando, de un salto, Martin se tiró un chorro de la cerveza encima. Había intentado erguirse sin mucho éxito y al mirar a diestra y siniestra lo único que logró hacer fue mirarla a ella. Se acababa de formar un silencio tan menesteroso que el responsable de terminar con él fue Arthur, que regresó del baño en ese instante.

Y como si ya supiera el motivo de la tensión, enarcó una ceja.

—Oh, Dios, creí que no tocaríamos el tema del perfeccionismo esta noche. —Su queja, por las caras de sus compañeros, parecía estar justificada. Eric miraba el interior de su copa cuando Art continuó—: En este caso estoy del lado de Eric; si ponemos un museo podemos instruir a los niños en algo más que la caza y los deportes extremos.

Fue el único momento en el que ella se sintió capaz de discutir nada con aquellas personas, que tenían aspecto de ser genios en varios aspectos de sus personas. Lo cual, si quería ser sincera, la ponía a temblar y con las manos sudorosas.

—En este valle no hay nada que cazar —dijo mientras sonreía—. Pero, aun así, espero que sea un sitio cuidado y vigilado las veinticuatro horas.

Carol asintió.

Martin se echó un trago de bebida en el interior de la boca.

Arthur se sirvió más vino.

Y Eric, que mantenía la vista fija en Maggie, dijo—: Las tierras estarán protegidas, lo prometo.

—A la junta no le agradarán las elevaciones en los costos de producción.

—Vamos, Carol, al menos ten un poco de fe en mí..

—Tengo fe en ti, jefe, pero le temo más a tu madre. Dios, no sé cuántas veces he pensado que iba a correrme.

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