—Si mi vida dependiera de ti estaría muerto de frío.
La fogata de Maggie no lograba encender. Eric la miraba, concentrado, desde su tienda de dormir, mientras terminaba de armarla. Le parecía divertido que una muchacha que había vivido una niñez entre esas montañas, no supiera que la yesca tendría que ir justo debajo del tipi formado por leña seca. Seca pero no muerta.
Sacudió la cabeza y dejó en mitad la construcción de la casa. Al aproximarse, notó que las mejillas de Maggie habían adoptado un tono rojizo, parecido al de los tomates.
—Pues enséñame —bufó, los pómulos arrebolados. Miró al cielo y suspiró—. Lamento que no vayamos a ver la constelación. De verdad quería mostrártela.
—Lo que me recuerda —el tipi de ramas estaba cerrado y finalmente la yesca yacía salva en el interior del hoyo, al fondo; Eric usó su encendedor portable, que colgaba de sus llaves—. También se me ha formado la idea de elevar un mirador con telescopio. Las estrellas aquí son todo un espectáculo.
—Sí, pero no sé si será un atractivo completo.
—Podemos ofrecer un museo. El gobierno tiene su propio presupuesto para estas cosas.
Con un encogimiento de hombros, Maggie atrajo su colchoneta y se dejó caer, las piernas estiradas.
—Eres buen planeador —dijo—. Lo que no soy ni seré nunca. Si te soy sincera, creo que nunca tendré ninguna oportunidad de ver completo este valle. Viene mucha gente pero ya que los senderos tienen una acceso difícil...
—De eso me encargaré yo.
—Eso espero.
Eric torció una sonrisa, consciente de que Maggie no le debía una pizca de confianza, pero aun así temeroso de ello. Estaba en su derecho de echarse atrás en cualquier instante. En cambio, él no podía ocultar que la caminata, el río, la laguna y la vista desde esa altura, no habían hecho más que excretar la ansiedad y la culpa de llevar a cabo los planes de su familia.
Él también podía echarse atrás...
Que la gente se decepcione de ti es peor que su enojo. Es algo irremediable. Maggie se lo había dicho en ese acceso bruto de sinceridad. Probablemente hubiera sido el alcohol, pero estaba igual de agradecido que si su intención fuera la de apostillar su situación actual.
Ella no tenía manera de saberlo, y comenzaba a hartarse de saber que, con sus modales dulces y puros, no estaría a su nivel jamás y, por lo tanto, jamás entendería el significado del valle para ella.
—Se invertirá mucho dinero para abrir caminos seguros, muelles, lugares de lanchas. Eres dueña de un lugar tan basto para explotar... —Ella le lanzó una mirada de horror—. Creativamente, quiero decir.
—En ese caso —de su bolsa sacó un recipiente que, en el interior, tenía unos pequeños panecitos—. Prueba. Son de mi cosecha.
Eric masticó uno con lentitud, sin haber reparado en su textura y color porque, lo primero que pasó por su mente al escuchar «mi cosecha», fue que Maggie preparaba ungüentos cuyos ingredientes podían ser esos hongos raros. El que sangraba y el que despedía luces.
Inspiraba a creer que cosas extrañas y sobrenaturales ocurrían en ese sitio... Testeó el sabor del panecillo y se dio cuenta de que estaba relleno de una especie de mezcla; no eran frutas, sino... Sí, hongos cocinados.
ESTÁS LEYENDO
Bruja
Romance«Bruja» llaman los habitantes de Duns a Maggie por vivir sola, encerrada y aferrada al recuerdo de su padre. Eric Wolf hace honor a su apellido y ha crecido en ITALO -corporación de construcción y bienes raíces- con sangre y sudor, con un plan de v...