Capítulo 33

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—Solo hay que poner el ungüento y mantener libre la zona —dijo Lester antes de enseñarle una sonrisa conciliadora.

—Mierda. Qué bueno que no te pegaste más a la máquina —Carol acompañó a Les a la salida y regresó sobre sus pasos, abrazándose a sí misma como si tuviera frío.

Maggie se encogió de hombros y continuó mirando la quemadura que le había quedado en el hombro. Le dolía todavía, pero seguía sin poder apartar el pensamiento de Gabriela, de su postura correcta, su moño perfecto y la piel tan cuidada, además de los vaqueros ceñidos y esas botas que le quedaban perfectamente.

Carraspeó y se sentó derecha, con las palmas en las rodillas.

—Bueno, ojalá que podamos salir aun así, planeaba invitarte a los mejores perros calientes de San Francisco —comentó Carol, también acomodándose a su lado.

—Eso se hará —sonrió.

—Esa es la madre de Eric —continuó la otra—. No pensé que quisiera supervisar esta obra, ya que no ha ni empezado.

—Sí, es una suerte que la pude conocer antes de irme.

Hizo una mueca al recostarse en el sofá, y Carol la miró por encima del hombro.

—Oh, Maggie, debimos advertirte, es que todos nos marchamos rápido a comer y no...

—Pero no fue su culpa, realmente ha sido un accidente, me distraje y es todo.

—Sí. Es raro, no pensé que te fuera a intimidar Diane. No es tan mala como se ve, eh.

—No me intimidó —frunció las cejas, alarmada.

No quería que atribuyeran la quemadura a las recién llegadas. Recordó algo que había dicho su madre una vez sobre las proyecciones, de manera que evadió la mirada de su acompañante y prefirió guardar silencio.

—Gabriela está en las relaciones públicas, su visión en este proyecto podría ser beneficioso. No sé si lo entiendas.

—Siento que estás tratando de justificar algo.

Carol levantó las manos en señal de inocencia.

—Es solo que... tú y Eric se veían...

—Amigables.

—Eh... No. Se veían divertidos.

—Ay, Carol, por favor.

Había saltado de su sofá y sonreía, aunque la verdad tenía un nudo en la garganta. No porque Eric, probablemente, tuviera una novia y un futuro ya planeado. Era lo que se podría esperar de una persona tan organizada como él. Sin embargo, la imagen que daba a los demás le preocupó como si de nuevo estuviera yendo a esas misas pentecostales.

Al recuperarse, decidió que pondría todas sus fichas sobre la mesa.

—Estoy un poco nostálgica. Se me ha pasado volando el tiempo y me acostumbré a mirarlos por acá. Voy a extrañarlos.

Carol, irguiéndose, la miró a los ojos e hizo la mueca que ella le hacía a Prudence cuando tenía indigestión.

—Aún quedan unos días —respondió.

Maggie asintió y se volvió a la cocina, proponiéndole una taza de té antes de que se marchara al día siguiente.


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