Holita. Se supone que estoy actualizando diario pero anduve por los lares de otra historia —que muchas conocen bien, y si no las invito a que pasen a leer la primera parte: Donde habitan los demonios—. So... disfruten. Recuerden seguirme en Instagram, allá las mantengo al tanto...
***
Al principio Eric no tenía intenciones de prestar atención a la cara del recién llegado. Era un hombre enjuto, de barba hirsuta y semblante de borracho empedernido. Aun así, le importó bien poco la forma en la que se había dirigido a Maggie, que lo ignoró mientras esbozaba una sonrisa amarga.
Ambos se sentaron en sus respectivos lugares. Maggie rodeó la taza de café con sus manos. Tenía los dedos delgados y delicados y se los imaginó volando encima de un teclado. La primera novela que se había convertido en top de ventas, estaba conformada por más de quinientas hojas, lo que la convertía en un relato lo suficientemente extenso como para hacerla acreedora del título; escribía, pero no hablaba de ello con nadie, algo que le provocaba curiosidad. Sobre todo cuando con ese oficio podía causar que los habitantes de Duns, que obviamente la acosaban con constancia, sintieran respeto. Seguro era una persona con una cuenta bancaria decente y un prestigio todavía más presumible.
Pero ella no hacía uso de esa información para defenderse...
—Señor, esta es una reunión de negocios, si no le molesta —comentó, ya hastiado de las miradas y los comentarios despectivos que el tipo hacía y su compañero aprobaba.
La dependienta del café vino a tomar el pedido de los dos, así que obtuvieron a cambio un merecido silencio. Al menos por algunos minutos, la paz reinó en la mesa que estaba conformada por tres personas que no entendían del todo el trato hacia Maggie, y él, que fingía una tranquilidad de la que tenía meses sin echar mano.
—¡Que se calle! —dijo a punto de maldecir.
Todos en la mesa lo miraron. El hombre frente a ellos, cuyo horror fue palpable, entornó los ojos y empezó a leer la carta.
Maggie lo miraba detenidamente, si no con curiosidad, sí con suficiencia. Eric se vio presa de una nueva incomodidad. En aras de la desesperación por llegar a la fecha del contrato, quería avanzar rápidamente con los procedimientos. Era consciente de la razón que tenían sus colegas sobre la elevación del terreno de los Holland, y eso haría más arduo y caro el trabajo. El estrés lo bamboleaba a su antojo, con tanta velocidad que le dieron náuseas. Pese a ello, se obligó a carraspear para ignorar el pesar de una atención que no quería.
Carol silbó y, cuidadosa, se volvió a Maggie, que seguramente era la menos interesada en discutir la agresividad de aquel tipo.
—Algunos de los habitantes de Duns no creen en la medicina herbolaria —les confesó a todos; era información relativamente pública, pero bastaba para que entendieran el morbo generado y los prejuicios del pueblo.
—Se nota que hacen falta avances culturales en el pueblo —comentó Martin, circunspecto.
Eric tuvo una idea en el acto.
—Quizá podamos incluir un museo-biblioteca en el parque.
—Sí —lo secundó Arthur—. Pero no sabemos qué mostrar.
—Ah —Carol alzó un dedo, el índice—, para eso Maggie nos puede dar un par de ideas.
De nuevo el foco de la atención fue la aludida; con ella también vino una especie de enrojecimiento de sus mejillas, que ya tenían pigmentos cafés en la piel bronceada. La exposición al sol la dejaba al descubierto, por lo tanto, Eric supuso que todas esas flores, las hierbas y las plantas ajenas a la flora del área, eran debido a ella y a sus generaciones pasadas.
ESTÁS LEYENDO
Bruja
Romance«Bruja» llaman los habitantes de Duns a Maggie por vivir sola, encerrada y aferrada al recuerdo de su padre. Eric Wolf hace honor a su apellido y ha crecido en ITALO -corporación de construcción y bienes raíces- con sangre y sudor, con un plan de v...