Hay historias que simplemente no se pueden dar, que cada intento parece un choque contra un bloque de hormigón, inamovible, impasible, irrompible. Y cada nueva embestida, para intentarlo de nuevo, solamente te deja más yagas, más heridas, más dolor. Hay personas que no están hechas para ti, que por mucho que te gusten, por mucha chispa que puedas experimentar, por mucho que te hagan sentir viva durante un par de horas, si la mayor parte del tiempo notas que todo lo que haces está mal, que nada es suficiente, que te mueres por dentro. Entonces no es ahí, pero tú sí quieres que sea ahí.
Hablo por mí, y por todas las que son como yo, vamos de duras, de arrasar con todo, tenemos la teoría tan clara, que la podemos recitar como el abecedario, del derecho, del revés, y en varios idiomas. Sin embargo, siempre llega un momento en nuestra vida en el que aparece el típico capullo, al que se le ve venir a kilómetros de distancia, ese que tan solo con ver como caminas ya dices, ahí no. Y al final, ahí sí. Porque te enganchan sus idas y venidas, te vuelves adicta a esos pequeños oasis de paz, donde todo cuadra, aunque sean solo un par de minutos, pero vaya minutos ¿eh? Y llega un momento en el que ya no sabes como salir de ese huracán, te has metido de lleno, y no puedes parar de girar. Y joder, como duele cada puta vuelta.
Probablemente, si te parases a pensar en frío, podrías ver que realmente no te interesa lo suficiente, que ni siquiera sabes cual es su plato favorito, si es más de invierno o de verano, si sabe disfrutar de un buen cuadro de Georges Braque o es tan básico como para no saber diferenciarlo de Picasso. O peor todavía, si aún sigue usando tinder, en cuanto se pone la camiseta al salir de tu casa.
Tras unos segundos, en los que los pensamientos viajan por mi mente a una velocidad demasiado alta, sacudo la cabeza, y me doy media vuelta para poder retomar mi camino, hasta la puerta del apartamento de Luke, que se encuentra entreabierta. En cuanto entro, suelto una bocanada de aire, al mismo tiempo que le doy un ligero empujón para que se cierre. No tardo en ver a Luke sentado en el sofá, sostiene su cámara con ambas manos, seguramente revisando sus últimas fotografías, y cuando se percata de mi presencia, centra su atención en mí, dejando el aparato a un lado de su cuerpo, sobre el asiento.
- Por tu cara apostaría todo lo que tengo, a que Calum te ha encontrado y no ha ido bien la cosa.- Su tono de voz refleja un tinte de diversión, como si se hubiese vuelto algo tan habitual, que parece haberse convertido en un chiste.
- Mañana me vuelvo a mi casa.- Me limito a responder, por lo que inmediatamente su rostro cambia, mostrando unas facciones más tensas.
- ¿Por qué?- Cuestiona intrigado, al mismo tiempo que palmea el sofá, para indicarme que me acerque y me siente en él.
- ¿Cuánto tiempo voy a tener que seguir viviendo con miedo? No creo que Calum vaya a solucionar nada, y estoy cansada de esta situación, simplemente me quiero alejar de él y volver a mi vida de antes.- Explico al mismo tiempo que me acerco a él, para poder situarme a su lado, sentándome tras haber movido la cámara a la mesa de centro.
- Entiendo que no confíes en él, pero yo estaré más tranquilo si estás aquí.- Yo niego con la cabeza un par de veces.
- Es que no puedo seguir aquí, necesito estar en mi hogar, sentirme a gusto y no depender de nadie para nada.- Luke se muerde ligeramente el labio inferior, mostrando algo de nerviosismo.
- No creo que le vaya a hacer mucha gracia.- En cuanto termina la frase suelto un gran bufido.
- Me da igual lo que le vaya a hacer gracia o no, no quiero saber nada de él, ni ahora, ni en unos días, ni en un año. Es una persona que no quiero en mi vida, y como sé que va a seguir apareciendo por aquí, me quiero ir y evitar en todo lo posible verle la cara.- Mi voz se tensa más con cada palabra, y realmente soy consciente en este momento, del nivel de agobio que me ha producido toda esta situación.
- Lo entiendo, y no quiero ser pesado, así que si te quieres ir, estás en todo tu derecho.- Yo asiento agradecida, esbozando una ligera sonrisa, y él alarga uno de sus brazos para acariciar con suavidad mi muslo izquierdo, el que queda más cercano a él.- ¿Has cenado ya?- Yo respondo afirmativamente.- ¿Te apetece que veamos una película?- Frunzo el ceño durante unos segundos, extrañada de lo rápido que ha cambiado de tema, pero en el fondo agradecida por ello.
- Sí, si me das unos minutos para darme una ducha y ponerme cómoda.- Ahora es él quien asiente sonriendo, por lo que me pongo en pie y tras sacar mi pijama de su lugar, junto a una muda de ropa interior, me dirijo al cuarto de baño.
Saco mi móvil y abro spotify para poner la playlist que uso cada día para ducharme. La música empieza a sonar mientras me desprendo de cada prenda, y parece como si con ellas poco a poco se fuera alejando la tensión. Cuando me meto bajo el agua, me quedo unos minutos simplemente disfrutando de esa sensación, mientras suena mi parte favorita de "I don't want to think about you" de Simple Plan.