Hay historias que están avocadas al fracaso, en la mayoría de los casos, no lo ves venir. La curva de felicidad sube poco a poco, pareciendo que no tiene fin, pero cuando menos te lo esperas, todo cae en picado, y da igual lo que hagas, porque nada podrá frenar la caída. Y es la hostia es tan grande, que piensas que nunca más te vas a recuperar, y te preguntas por qué, si todo parecía tan perfecto, ¿por qué ha terminado así?
Sin embargo, hay un pequeño porcentaje en el que esas historias destinadas a acabar arrasando con todo, empiezan avisando, y esa curva es totalmente inestable desde el inicio, aunque por lo general tiende a la baja. Y aún así, nos empeñamos en seguir con ellas, en luchar por historias que carecen de sentido, que lo único que consiguen es hacernos daño, enfadarnos y que queramos mandar todo a la mierda. Pero nos enganchamos a esos pequeños destellos de alegría, a esa adrenalina cuando todo parece encaminarse, aunque sepamos que probablemente cinco minutos después, estemos cayendo en picado nuevamente.
Creo que no es necesario que especifique en cuál clasifico mi relación Calum, sé que lo sabes. Y yo sé que no va a salir nada bueno de esto. Discutimos la mayor parte del tiempo que compartimos espacio. Somos incapaces de entendernos, y casi siempre estamos a la defensiva con el otro. Por no hablar del lío en el que me he metido por estar cerca de él.
Y aún así, con todo ello, ahora mismo, a las 00:53 de la madrugada, tumbada sobre el sofá del apartamento de Luke, mi mente no puede dejar de viajar, llegando siempre al mismo destino. Visualizando su pelo teñido de azul, la rudeza de sus facciones, y esa mirada cargada de tanto dolor, a causa de todo lo que ha pasado.
Si tuviera que hablar conmigo, como si aconsejara a una amiga, no dudaría en decirme que huyera de esto. Que quedarse con los chicos rotos, con esa pequeña esperanza de salvarles del abismo, es una muy mala idea, porque lo más probable es que te caigas tú en el intento, o aún peor, que te tire él. ¿Pero me voy a aplicar ese consejo a mí misma? Creo que ambas sabemos la respuesta a esa pregunta.
Me incorporo sobre el sofá, quedándome sentada en él, llevo tanto tiempo dando vueltas que mis ojos se han acostumbrado a la oscuridad, por lo que puedo distinguir la silueta de los muebles que están más cercanos a la ventana. Tomo una respiración profunda, al mismo tiempo que con ambas manos sujeto la manta que cubre mi cuerpo para, con un movimiento rápido, colocármela por la espalda y taparme con ella como si fuese una capa.
Muevo mi mano izquierda hasta situarla a la altura de mi boca, y en un acto casi inconsciente, empiezo a mordisquear la yema de mi pulgar, como si eso fuese a calmar mi mente, y hacer que deje de preguntarse cosas, una y otra vez. Termino poniéndome en pie, camino por la estancia con lentitud, sopesando opciones, tratando de convencerme de que la mejor es acostarme de nuevo y dejar que la noche pase. Pero por supuesto, eso no es lo que sucede.
Termino por encender una de las lámparas del salón, haciendo que una luz tenue anaranjada inunde el lugar. Observo las superficies de los muebles, sin encontrar nada más que el mando de la televisión, mi móvil, las llaves del apartamento y un paquete de caramelos mentolados. Suspiro y comienzo a dirigir mis pasos hacia la puerta del cuarto de Luke.
¿Qué coño estás haciendo, Brooke? Es lo que se pregunta la única parte cuerda, que aún sigue activa en mi mente. Me muerdo el labio inferior, observando la puerta entrecerrada, alargo uno de mis brazos, pero antes de alcanzar el pomo, lo doblo nuevamente. Uno ambas manos sobre mi abdomen y juego con ellas de forma nerviosa. Tratando de razonar conmigo misma, algo que es más complicado de lo que te crees. Y a estas alturas, creo que sabes perfectamente que la impulsividad siempre gana a la razón.
Empujo con suavidad la puerta, tratando de no hacer ruido, la poca luz que llega hasta aquí desde el salón, me ayuda a distinguir mejor los obstáculos. Por suerte escucho que la respiración de Luke es totalmente pesada, por lo que estoy segura de que está profundamente dormido. Avanzo poco a poco, de puntillas, casi sin respirar.
Llego a la altura de su mesita de noche, busco a tientas hasta que con la yema de mis dedos alcanzo a notar aquello que estaba buscando. De hecho con el tacto, una luz ilumina de repente la zona, trato de taparlo con la palma de mi mano, por si ello pudiese despertar a Luke, pero no parece haberse enterado de nada. Sujeto el objeto con mi mano, y con sumo cuidado vuelvo sobre mis pasos, hasta salir de nuevo de la habitación.
Suelto de golpe todo el aire que había estado aguantando, y avanzo con rapidez hasta el salón. Me siento sobre el sofá y toco un par de veces la pantalla del móvil de Luke, en ese momento soy consciente de que sin su contraseña o su huella dactilar, no sirve de absolutamente nada. Entre mis labios se escapan un par de palabrotas a modo de susurro, al mismo tiempo que dejo caer el móvil sobre el sofá.
Inmediatamente después dejo que mi espalda resbale por el mismo, hasta quedar ligeramente recostada, observando a mi lado ese móvil, pensando que tal vez la contraseña sea alguna fecha importante para él. Pero ni siquiera sabría por donde empezar, además sería algo demasiado sencillo. Maldigo nuevamente entre dientes, mientras me paso ambas manos por la cara.
- Espero que tu intención no fuera robarme.- La voz ronca de Luke hace que me sobresalte en cuanto le escucho. Observo que está medio desnudo, y como va acercándose a mí, al mismo tiempo que revuelve su pelo con una de sus manos.