El síndrome.

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Tras unos instantes observando la extensión de la calle, mis piernas comienzan a avanzar en la dirección opuesta a la que realmente era mi objetivo hace unos segundos, por lo que sigo los pasos de esa persona con la que prácticamente acabo de discutir, como siempre que pasamos demasiado tiempo juntos, sin ninguna otra actividad de por medio que no sea hablar. Y por demasiado tiempo, me refiero a no más de media hora.

En el momento en el que giro esa esquina por la que él ha desaparecido hace apenas un minuto, me quedo unos segundos estática, observando a la gente ir y venir, pero sin ser capaz de encontrarle entre ellos. Sin embargo, no tardo más de un par de segundos en notar una presencia justo a mi derecha, razón por la que no puedo evitar esbozar una media sonrisa, antes de girar mi cabeza hacia ese lado, para encontrarme con él.

- Sabía que aparecerías.- Susurra habiendo recuperado ese tono altivo en su voz, que te he mencionado en el capítulo anterior.

- Ni siquiera sabes si te estaba buscando a ti.- Protesto mirándole alzando una ceja, a lo que él se mantiene impasible.

- ¿Vamos ya a tu casa? ¿O voy a tener que huir otra vez hasta que se te bajen los humos?- Cuestiona ladeando su cabeza.

- ¿Qué humos? ¿Los mismos que tienes tú?- Calum se encoge de hombros y sin mediar palabra, da media vuelta, algo en lo que le imito, para retomar ambos el camino hasta mi casa.- ¿Cómo estabas tan seguro de que iría detrás de ti?

- Porque eres muy previsible.- Se limita a responder, sin ni siquiera girar su cabeza para mirarme mientras continuamos avanzando por la calle.

Al llegar a la altura de mi edificio, saco las llaves de mi bolsa para que ambos podamos entrar en su interior y posteriormente llegar hasta mi apartamento. Una vez allí, dejo mis cosas a un lado de la entrada y después ambos nos dirigimos al sofá, para poder sentarnos cómodamente antes de iniciar esa conversación que nos ha traído hasta aquí.

- He avisado a Luke de que estaríamos aquí, para que no se preocupara, así que tal vez en algún momento aparezca.- Me informa, al mismo tiempo que guarda su teléfono móvil, en el bolsillo delantero de su pantalón.

- Me parece bien, ¿quieres algo de beber antes?- Pregunto observando como tras guardar el dispositivo, juega con sus dedos con nerviosismo.

- No, gracias.- Responde justo antes de soltar un suspiro, para después buscar como acomodarse mejor en el sofá. Finalmente decide inclinar ligeramente su cuerpo hacia delante, apoyando sus codos sobre sus muslos.

- Pues cuando quieras, estoy dispuesta a escuchar todas las explicaciones que me tienes que dar, por la mierda en la que me has metido.- Informo cruzándome brazos, y apoyando mi espalda contra el brazo del sofá, para poder mirarle directamente.

- Vale, ¿recuerdas lo de que llevaba sin estar en San Francisco desde mis veintiún años?- Yo asiento a modo de respuesta ante su pregunta.- Desde que acabé el instituto hasta esa edad me dediqué a cuidar de mi madre, porque mi padre era quien trabajaba para traer el dinero necesario a casa.

- ¿Qué le pasaba?- Pregunto interrumpiendo su narración, a lo que él reacciona mirándome extrañado, seguramente porque tendría sus palabras tan medidas, que ni siquiera será consciente de lo que acaba de decir, y solo estará pensando en lo que viene a continuación, como cuando se hace una exposición oral en la universidad.- A tu madre.- Aclaro.

- Tenía el síndrome de Tourette, lo desarrolló en la adolescencia, casi con diecisiete años, y en aquellos años, según me contaron, no era más que un tic que realizaba con la cara, nada demasiado preocupante o que pudiese impedirle hacer una vida normal.- Explica en un tono totalmente sereno.- Pero el recuerdo que tengo yo, es muy diferente. Y cada vez iba a peor, por lo que había que pagar un tratamiento para intentar que controlara mejor los tics. Por desgracia es un síndrome que en el mundo audiovisual está muy frivolizado, como si solamente fuese decir palabras mal sonantes que no se pueden controlar. Pero va mucho más allá, y mi madre cuando yo acabé el instituto, se autolesionaba inconscientemente, a lo mejor estaba ordenando algo en su habitación, sostenía algún objeto duro y se golpeaba con él en la cabeza.- Yo me mantengo en silencio ante sus palabras, intentando procesar todo lo que dice, pero sabiendo que en ningún momento seré capaz de entender todo por lo que ha podido pasar.- Además, poco después de que yo cumpliera los veinte años, empezó a tener ataques en los que convulsionaba y muchas veces se quedaba inconsciente.

- Joder, Calum...- Él niega con la cabeza, como si con eso indicase que no necesita mi compasión y mucho menos mis palabras en estos momentos, por lo que decido adoptar la posición anterior y dejarle que se exprese hasta el punto que crea conveniente.

- En esos meses antes de irnos, mi padre empezó a buscar algún médico que pudiese ser mejor, y asegurarle una mejor vida a mi madre, así que después de mucho buscar, encontró uno en...- Sin ser capaz de aguantar mis palabras, susurro las siguientes antes de que lo haga él.

- Los Ángeles.- Calum asiente levemente con su cabeza antes de continuar.

- Así que nos fuimos los tres, la verdad es que no nos hizo falta pensárnoslo demasiado, en cuanto vimos la oportunidad hicimos las maletas y vendimos todo lo que teníamos aquí.- Hace una pequeña pausa, manteniendo su mirada fija en el suelo, de la misma forma que lo ha hecho durante todo su discurso.- Una vez allí, a mi madre empezaron a hacerle mil pruebas, de las cuales más del noventa por ciento, ya se las habían hecho aquí, con el mismo resultado, pero había que pagarlas. Yo me metí a camarero, para ayudar a hacerlo, pero al final lo dejé porque mi madre no mejoraba y no era capaz de vivir sin saber si estaría bien en ese momento. Mi padre nos decía que tenía un trabajo en una obra, construyendo un edificio bastante grande, por lo que le pagaban bien. Era mentira.- Calum se queda unos segundos en silencio, jugando con sus manos en el final de sus pantalones cortos, y yo frunzo el ceño.

- ¿Fue él quién se metió en esto?- Pregunto finalmente, él no me responde, pero en ese momento gira su cabeza hacia mí, mirándome fijamente a los ojos durante un par de segundos. Y no me hace falta que lo verbalice, esa mirada confirma mis pensamientos, por lo que no puedo evitar soltar un suspiro. Y a pesar de que hay mil preguntas que quiero hacerle, decido darle su espacio y no hablar.

Rollercoaster. (Calum Hood)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora