Entrenamiento: Parte final.

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(Narrador omnisciente).

(Lejos de Alan y Zest).

A lo lejos en una montaña mucho más grande que la montaña del olvido, Murata camina soportando el frío como si no existiera.

Murata (Pensativo): No sabía que había una montaña mucho más grande que la mía, podría albergar el doble de criaturas que la de Phantera, qué envidia me dá... Aunque está un poco blanca.

En eso aparece una enrome grieta en la tierra y la montaña entera se sacude.

Murata no le toma ni la más mínima importancia al asunto.

De entre las grietas aparece la figura de un basilisco de un enorme tamaño, mide 12 metros de alto, 20 de largo, gruesas escamas de color azúl claro, de aspecto acorazado, enormes garras y patas poderosas.

Murata: Oh, vaya, un Boss Gremial. Admito que no me lo esperaba.

El basilisco infla sus cachetes y dispara un viento gélido combinado con trozos de hielo afilado y granizo.

Murata lo recibe de cara, ni siquiera se movió ni un milímetro, entonces su cuerpo se comenzó a congelar.

Murata (Sorprendido): Vaya.

Apenas terminó de decir esas palabras, fué convertido en una estatua de hielo de tamaño real.

Murata: Interesante.

Desde adentro de la estatua, Murata comenzó a salir de ella, atravesándola como si su cuerpo fuera el de un fantasma.

Luego se voltea y mira la estatua de sí mismo.

Murata: Mmm, apuesto... Pero las cicatrices no se notan, corrijamos eso.

Los ojos de Murata brillaron en rojo y entonces la estatua comenzó a desprender vapor, y después de unos minutos aparecieron unos cortes idénticos a sus cicatrices.

Murata: Mucho mejor... Ahora...

Apenas se voltea para ver al basilisco, este ya tiene la boca abierta para devorarlo.

Murata (Asustado): ¡¡No, espera!!

Las mandíbulas del Boss Gremial se cierran con la mitad superior del cuerpo del supuesto humano dentro de ellas.

Una enorme cantidad de sangre sale de la boca del basilisco.

Este abre su mandíbula rugiendo de dolor, ¿y cómo no?

Gran parte de sus colmillos están rotos, algunos incluso se hundieron, rompiendo el hueso y ahora sobresalen de su hocico, la cantidad de sangre que está perdiendo no es poca.

Murata: Por eso te dije que esperaras.

Murata está cubierto de sangre y su ropa está desgarrada, pero su piel no tiene ni el menor rasguño.

El basilisco lo mira con toda la furia del mundo, vuelve a inflar sus cachetes para tratar de congelarlo nuevamente.

El basilisco exhala y la ventisca impacta contra Murata, pero algo extraño sucedió, el ataque está siendo absorbido por su cuerpo, hasta que desaparece por completo.

Murata: Ahora es mí turno, mis chistes te dejarán de "helado".

Murata mira al Boss directo a los ojos, el monstruo pensó en escapar, pero una extraña fuerza impedía que se moviera.

Murata sopla ligeramente, liberando una especie de neblina que logró tocar al basilisco.

La piel del Boss Gremial comenzó a volverse puramente blanca y rígida.

Reencarnado en un Kitsune.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora