De vuelta a Phantera.

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(Narrador omnisciente).

Alan y Zest estaban contemplando la vista del pueblo, muchos hombres-bestia del tipo leopardo de las nieves, al fin habían llegado al dichoso pueblo.

Alan (Feliz): ¡¡Al fin, caraj*!!

Zest (Feliz también): ¡Sí.... Caraj*!

Alan y Zest se dieron cuenta de que estuvieron de acuerdo en algo y se miran las caras.

Entonces se separan y se dan la espalda.

Alan: Para que sepas, estamos a mano, ¡no volveré a salvarte!

Zest: Pues en mi caso es todo lo contrario, si en algún momento veo que estás en peligro, no pienso dejarte sólo. Pero no te confundas, aún te odio y mucho.

Alan: ¡Jah! Pues en algo estamos de acuerdo, te patearía el trasero, pero no tengo esas fuerzas.

Zest iba a responderle, pero sus agudas orejas de zorro escucharon un sonido detrás de un árbol muerto, a quince metros a su derecha.

No era el sonido que hace un animal agazapado, o un monstruo, es más como el sonido de un animal que llama a otro... Pero este es muy joven.

Zest, ya algo recuperado, camina hasta el árbol, y sólo por curiosidad, Alan lo sigue.

Alan: ¿Qué encontraste?

Zest: A él.

Alan: ¿Eh?

Alan se asoma, y encuentra a dos leopardos de las nieves.

El primero era grande, pero estaba inmóvil en el suelo, con su cuerpo partido en dos y cubierta de sangre.

El segundo era una cría, un poco más grande que un gato. Este movía la cabeza de su madre, con la esperanza de que se volviera a levantar.

Detrás del cuerpo de la madre habían unas grandes huellas, más grandes que la mano de un humano.

Zest: Al parecer un oso atacó y la madre escondió al cachorro para protegerlo.

Cría (Moviendo a su madre): ¡Gao!

Zest: Qué triste...

Alan: ¿Y?

Zest: "¿Y?"

Alan: ¿Y qué vas a hacer?

Zest se acerca a la cría y le extiende la mano, pero esta la muerde, al punto de hacerla sangrar.

Pero para Zest es mucho más soportable que los ataques de esos monstruos de antes.

Zest: Lo llevaré conmigo, al menos así sus probabilidades de sobrevivir subirán un poco.

Alan: ¿No tenías ya un ciempiés?

Zest: No es para mi. La niña lobo necesitará un amigo, estoy seguro de que podrán llevarse bien.

Alan: Como quieras, igual no es mí asunto.

Zest toca a la cría nuevamente, esta empieza a sentir que Zest no significa un peligro para él, pero igual retrocede.

Entonces Zest la levanta con las colas, al sentir una esponjosidad y calor similares a los de su madre, cedió por completo.

Después de un rato, Zest había enterrado el cuerpo de la madre leopardo a los pies del árbol muerto.

Alan: Ahora sí, vamos.

La cría de leopardo trepó desde las colas de Zest, subió su espalda y se asomó sobre su cabeza, entonces comienza a mordisquear una de las orejas de Zest.

Reencarnado en un Kitsune.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora