Capitulo XXXI

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Vino Escarlata.

Arco II.

Capitulo 31.

[...]

Quien habla mal de mí en mi ausencia, temor tiene de mi presencia.

[...]

—¡Oye!—interrumpió Niall, el juicio. Ladró, observándolo por fin al rostro. Había algo peculiarmente familiar en esa cara, aunque toda la imagen desentonaba por el enorme marco de rizos oscuros que la rodeaba las clavículas de Harry, lo distraía.—¿¡Y dónde queda la mente maestra y maquiavélica que elaboró el complot!?¡Exijo el crédito que me pertenece!— sus ojos brillaron orgullosos. Retándolo. Era difícil no aterrarse de alguien que aceptaba su condición humana y aun así no tenia miedo.

Exigió saber sin ocultar la molestia que la interrupción provocó en él. Si de verdad él creyó que todo fue plan de su prometido y mejor amigo, vaya, sí que era un fantoche de primera mano.

Gracias a la excelencia de la que Niall era un enfermizo detective, sus trabajos solían ser por demás sumamente pensados. Dentro de sus capacidades procuraba no dejar ningún cabo suelto y debido a sus aprendizajes como pupilo de grandes mafiosos preparaba planes de reserva considerando todos los escenarios posibles. De modo que cuando se le delegó el espionaje de uno de los desertores que más dificultad les estaba costando eliminar no dudó en armar planes de ataque dado el prestigio de la Srta. En cuestión.

Entre esas virtudes fue que se le otorgó un voto de confianza. Uno que se baso en idear el plan perfecto para deshacerse de ella lo más sigiloso y causal que se pudiera realizar. Una muerte inesperada. De enseguida descartaron una intoxicación, ya que se vería reflejado en la autopsia. Tampoco una gran masacre como las que Harry acostumbrara a hacer.

Una de las muchas situaciones que los hizo creer en Niall, fue que conocía en demencia a la víctima. Los últimos meses parecían ser inseparables, y por supuesto, como no iban a serlo sí el rubio tenía argumentos válidos y halagadores para todo tipo de ocasiones. Sabía darle por su lado a las personas, sin dar ilusión a ser unánime.

Y la lista podría extenderse al grado de escribir una biblia completa, de no ser porque su orgullo y reconocimiento rugieron desde lo más profundo de su pecho. Claro, odiaba el antagonismo. 

 —¡Tenías que ser tú, maldito Horan!—rugió con frustración. Con la ira envenenando sus venas, llevándose la mano al puente de su respigada nariz. Gesto de desesperación ante el ardor en aumento que escocía sus pupilas.

La contestación del chico de forma un tanto fuerte. Sin embargó nadie se sorprendió, mucho menos floreció una semilla de los que podría catalogarse por enojo. En realidad lo comprendían tanto ya que la mayor parte del tiempo encontraban de esa forma tan a la defensiva odiando la vida. 

—Pues...¡Dah!—sonriendo de forma forzada decidió caminar hacia él, aceptando con su cabeza y poniendo las manos en la espalda. Enderezándose con altivez, subió la profunda y burlona mirada, destinándola a Louis.—Enserio, Louis. Puedo explicártelo las veces que tu poco intelecto desee, pero créeme cuando digo que no puedo entenderlo por ti.

Algunas cosas eran complicadas. Demasiado para el gusto del omega. Luego habían otras cosas, más personales, que excedían completamente el margen que las catalogaba como complicadas. Como lo que había acontecido tan solo horas atrás, en la habitación de estar compartía con sus amigos y pareja, quien estaba envuelto en las llamas del poder de una furiosa y bien buscada pelea.

Vino EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora