Capitulo XXXII

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Vino Escarlata.

Arco II.

Capitulo 32.

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Soy ese libro largo con extenso y complicado vocabulario que nadie quiere leer.

[...]

La rivalidad continuó intacta semana tras semana, con miradas de hastió, desdén sin ápices de sentimentalismos eran derrochadas por toda la mansión. Rudos gestos, groserías, vulgaridades, y una que otra amenaza comenzaba a ser el pan de cada día, al grado que ya nadie intervenía entre el próximo divorcio.

Después de la traición que apuñalo no sólo su corazón, si no también su narcisismo, ambos tomaron distancia, siendo un claro ejemplo de la guerra fría. Negándose a un tratado, un arreglo, pero sobre todo a llegar a algo físico.  Quizás la razón por la cual Louis se negaba a aceptar su evidente derrota, era que la principal exportación de su comprometido eran las mordaces palabras.

Si bien, podría odiarse, decirse de hasta que morirían, sin embargó existían los límites de entre sus demencias y trastornos; lo físico. Una vez que alguno de los dos rompiera la barrera, el amor se extinguiría. Ambos lo sabían, así que se cuidaban, median sus palabras, las miradas eran cargadas y medio enviadas.

El odio quizás envolvía el cristal que cubría sus fanales, no obstante, el sentimiento les era infiel y traicionero ya que la dulce miel dentro de su iris se derretía y palpitaba al tener ver la de su oponente.

Al igual que los impetuosos-ruidosos-latidos del corazón, que suspiraban y gritaban por tener melodía, por sentir la dulce composición desde que había conocido a Louis. Encajando sus uñas en cada tejido que se les es posible. 

Se extrañaban, como el sol a la luna, anhelando cualquier tipo de interacción, por más mínima que fuera, para olfatear su aroma, sentir su presencia, acallar su interior, llenarse de cada fonema ácido y picante que su boca escupiera.

No importaba si ofendía o si era mordaz, simplemente lo recibían como poemas. Las letales miradas descendían sobre sus mejillas cual pétalos de rosa por la mañana, cuando el roció a las acariciaba con deleite.

Al igual que sus indiferencias y la falta de vocales, todo les era dulce, derretía sus corazones y aceleraba sus pulsos sin previo aviso, sólo se dejaban llevar por el flechazo de dos almas gemelas, tan necesitadas la una por la otra.

Algunas cosas eran inevitables, como el ascenso del sol, la estupidez de la mayoría de los Tomlinson o el simple hecho de que su corazón saltará desbocado en cada ocasión que sus ojos lograban atraparlo al pasar.

Hacía tiempo ya, que Harry se había rendido. Resistir aquel sentimiento que le nacía desde lo más profundo de su pecho había demostrado ser completamente en vano, por lo que el ojiverde estaba cansado de luchar.

El susodicho además de ser dueño de sus pensamientos, en ese momento, se apropiaba de su visión periférica pérdida. Una bastante extraviada, ya que no lo notó, tan sumergido estaba en deseos inofensivos que no pudo percibir ni su mínimo aroma.

Lo que volvió loco a Louis, casi al extremo de un episodio de rabia psicópata, o al menos eso decía Liam, quien era su fiel compañía después de tan desagradable discusión. Dos casi esposos persiguiendo a los dueños de sus latidos, y los inseparables solteros-alborotadores-Niall y Eliza.

Vino EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora