Capitulo XXIX

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Vino Escarlata.

Arco II.

Capitulo 29.

[...]

Hay almas destinadas así como destinos que las destruyen y las aplastan para contemplar el dolor de su anhelo.

[...]

Estaba segura que Albert Einstein  tenía la absoluta razón al decir que la estupidez humana y el universo eran infinitos, aunque aseguraba que el universo lo era tanto como la de cierta alfa de cabello castaño.

Gema Styles, la chica que Eliza nunca comprendería.

No importaba como, pero la joven Styles siempre se las arreglaba para encabezar todo lo "insufrible" en la mansión y quizás en la faz de la tierra. Solía pavonearse por la sala de té, gritando y queriendo ser el centro de atención. Sobre todo si ella se encontraba presente, llegando mordaz con el ego hasta el cielo, molestando con ese acento ácido que le hace hervir la sangre.

Hacía ruido en la biblioteca siempre que visitaba a Harry, quien compartía mesa con Eliza Iniciaba guerras, ¡Guerras! entre Louis y Zayn; pero, por sobre todo lo terrible y abominable en Gemma, lo que Eliza más aborrecía eran sus insinuaciones humillantes y problemáticas.

Provocando celos el uno al otro, viendo hasta donde podían llegar, hasta donde sus cabezas podían carcomer. También sus travesuras eran fáciles de realizar, con el simple hecho de decirles que sus omegas pasaban más tiempo con el rubio, con eso bastaba, incluso que Zayn podría quitarle a Harry, de ahí surgían sus guerras. Unas que llegaron lejos un par de ocasiones, como la vez que estaban a nada de dispararse el uno contra el otro.

Todo ya era bastante incomprensible, pero el verdadero dilema llegó un par de días después. Las propuestas poco ortodoxas desaparecieron por completo, ella perjuraba no extrañarlas, pero eran casi imposibles de ignorar; de hecho, ni el mismísima Styles se apareció en los desayunos, en la sala de té o en los pasillos, Eliza ni si quiera vislumbró alguna de sus travesuras durante una semana completa.

Ella sabía de sobra que Gemma y compañía podían meterse en problemas interesantes, problemas que, realmente no le concernían en los más mínimo-de nuevo, desinteresada en Gemma.

Aquello duró así varios días más al grado de mortificarla y abrumarla. Eliza finalmente empezó a debatirse entre sí hacer preguntas o aventurarse de vez en cuando a buscarlo con la mirada. Su preocupación se esfumó al medio día, cuando en el segundo escalón de la entrada a la biblioteca observó a Gemma recorrer puntualmente un desfile de faldas, perfumes y melenas, aunadas a diferentes nombres.

Era asqueroso preciar como la servidumbre se derretía por la alfa, y como esta coqueteaba con tal descaro, sonriendo con arrogancia, guiñando su ojo, siguiendo sus pasos son sutiles miradas.

De nuevo, no es que le importará, más bien, en absoluto, pero una Eliza temblaba de cólera frente al asqueroso escenario, la misma que juró erróneamente que Gemma había cambiado. Ahora entendía que fue solo su propio deseo el que la guió a ver a un chica distinta la que se le contaba.

Más tarde, se vio a si misma refunfuñando. Caminaba pesadamente, y apenas se notaba la diferencia entre el vigor de sus nudillos y sus dedos; Harry se le unió en un intento por comprobar a Eliza. Enfadada, pero nada indefensa, la castaña correspondió a las intenciones del caucásico por hablar.

— ¡Mentira! Si por mi fuera, no importaría que Gemma se cayera de cabeza y...

Regaló sus palabras a un silencio repentino, ante lo afilada de su lengua. Temiendo de lo que podría apuñalarla. 

Vino EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora