Parte IV

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  Cuando volvió al agua todo había cambiado… ya no solo era adrenalina o curiosidad, por más que buscara el ancla no aparecía por ningún lado, en cambio ahora el miedo solo se sentía como un cinturón de seguridad, ya no la detenía, sino que la protegía de vivir todo aquello para lo que aún no estaba preparada. Aunque el miedo nunca debe paralizarnos es necesario para saber medir las situaciones en las que no vale la pena el riesgo. Como descubrirlo? Pues improvisando… 

  Ahora sale todos los días a disfrutar del sol evaporando las gotitas saladas que parecen besar cada milímetro de su piel. Sale a respirar el aire puro que desordena sus cabellos, e incluso se atrevió a probar como se siente la lluvia. En ocasiones se da el lujo de quedarse hasta muy tarde pidiendo consejo a la luna en todas sus fases y riendo de las constelaciones de las estrellas.

Diario de una escritora aficionadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora