Metamorfosis predeterminada

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  Desde que me sonreíste con tu mirada: mis ojos solo quieren verte reír... pero me convertiste exactamente en el tipo de chica que no quería ser. Las mariposas ansiosas salieron de su capullo y se instalaron no solo en el estómago como en las historias de amor convencionales. Las mías se esparcieron, como fuego en áreas boscosas, por mis venas, mi cavidad torácica y le hicieron cosquillas a todo mi sistema nervioso. 

  En mi cerebro también se alojaron a pesar de que ese era un ambiente hostil para su desarrollo y supervivencia, muchas perecieron en el intento, pero las que lograron vencer algunos de mis miedos, paranoias e inseguridades se las han arreglado para quedarse ahí, revoloteando, entre mis lóbulos parietal y frontal. Supongo que ese es el precio de sentir, aunque sea solo un poco. 

  Te extraño… no sé si hablo yo, o las mariposas una vez más interrumpen la sinapsis. Ojalá tú también lo hicieras y a diferencia de mí hicieras algo al respecto.

  Tengo que dejarte ir… auto convencerme de que no eres tan especial y que fuiste solo una estrella fugaz prometiendo galaxias. Tal vez son las mariposas haciendo estragos por mi lóbulo temporal.  

  Creo que una parte de mí siempre te va a esperar… Espero que, si alguna vez vuelves, la otra parte de mí no te acepte. Espero que las mariposas dejen en paz a mis lóbulos frontales para que puedan tomar la información de todas las demás estructuras, coordinarlas para actuar de forma conjunta y finalmente cerrarte la puerta en la cara. 

Diario de una escritora aficionadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora