R U T A 27
Fares Dussel jamás formaría parte del mundo.
Su infancia había empezado con alegría—la que con el paso del tiempo, olvidó—. El chiquillo soñaba con ir mas allá de las estrellas y nubes, si sus ojos veían algo hermoso bajo ese cielo azulado, seguramente lo que estaba a millares de distancia, era mejor. Pero quizás la vida, el destino o..., alguien poco creíble para algunos, interfirió para lastimar.
Entonces, le hicieron creer que esa no era su historia.
¿Cómo se le pide a un niño que en sus primeros años pelee por ser feliz?
Sus dedos que alguna vez anhelaron tocar su planeta favorito, sus pies ansiosos por despegar de la tierra y flotar en el espacio, quedaron en el abandono.
La realidad lo obligó a caer. Le hizo recordar de una manera atroz y descomunal cual sería su lugar. La caída destrozó sus alas, las que tantas veces lo hicieron reír.
Quedarían pedazos para toda la vida, siendo el recuerdo de algo irreparable.
Llegó el pasar de los años, desembocando en tinieblas de deseos olvidados. Dolía, recordar la tarde en que todo se había transformado en quejidos, en un lúgubre camino que ni siquiera contaba como salida.
¿Era todo lo que quedaba?
Contra cualquier pronóstico de mal clima, caminó. Arrastrando lo que lastimaba, recordando a diario lo que jamás podría ser.
No se podía volver a ser un niño, y tampoco lo quería. Ese era su mayor miedo.
Sus deseos no cumplidos jamás se fueron y aquella sombra creció dentro de él, al lado de manos crueles que le arrancaron su inocencia, bocas que se burlaron hasta el cansancio. Arrastraron su dulzura a la oscuridad, llenando de dolor y veneno su mirada.
El pronóstico mejoró, y aunque la risa todavía se helaba en sus labios, se encargó de convertir su vida en algo fantástico — El villano fue Valiente—.Y por fin, después de un largo tiempo, logró tener respiraciones tranquilas.
Él no sería alguien que lloraría todo el tiempo, no era capaz de seguirse dañando.
Ya no se odiaba.
Deseaba vivir.
Jamás lo entenderá, ¿Dios se empeñó en hacerlo feliz? Después de todo, Él es experto en cumplir deseos.
No importaba si él vagaba por la calle de sueños caídos.
La soledad lo había acompañado durante demasiado tiempo, (o eso creía él). Tanto, que era costoso soltarse de ella. Sus pies descalzos y el frío rugiendo en sus oídos que jamás lo lograría— se equivocaron—. El atardecer que se unía con la oscuridad, en la que no encontraba belleza, la carretera, viejas y oxidadas villas de un tren que se fue sin boletos de retorno, se encargaron de revivir aquel deseo que estaba por extinguirse.
Antes, el que cabalgaba sobre los cielos, rompió sus prisiones y lo levantó del polvo.
Amaba vivir.
Amaba su vida.
Estaba agradecido por eso. Por ese clima agradable. Por esa tormenta eléctrica que explotaba en aquellos ojos llenos de estrellas. Por ser luz, rayo, trueno estallando en las ondas calmadas de su mar y cielo. La melodía tranquila de su llovizna. Por ser una nube en la que podía diseñar lo que su corazón le indicaba.
Klairy Brennett no tenía definición. Y curiosamente, si deseaba tenerla. La chica terriblemente buena para señalarse a sí misma. Miedosa con ciertos seres, que le disgustaba hacer tachaduras si se equivocaba. Quien, a su vez, creía en los príncipes azules y castillos de princesas. Todo era mejor que ser adicta a lo que atormentaba. Imaginar servía para poder huir.
Para poder triturar los malos pensamientos.
La misma que en silencio, se quedaba para observar; le resultaba interesante el comportamiento de las personas. Como si ella estuviese en el África descubriendo la vida de algún animal; la conclusión en su cabeza, cambiaba. No quería quedarse con la idea de que la humanidad era verdaderamente ingrata.
Un sueño vislumbrante se quedaba para hacerla reír—: todos se extinguirán—. Algo realmente preocupante. Al final, más feliz que arrepentida, reconocía que todavía existían personas que concedían sonrisas.
Su felicidad era real, y si la tristeza debía salir, aprendería a darle vía libre.
Pero, sanar es difícil.
¿Cómo hacerlo cuándo no sabes dónde radica el problema del dolor, cuándo la herida no es visible?
En su caso, existía más que un bosquejo.
Largos periodos de silencio, como si alguien le hubiese robado la alegría. ¿Que sucedió? Era todo así de real y horrible.
La mente no se quedaba quieta, su alma se golpeaba de arriba abajo, lastimando. Como un mar embravecido, como un estruendo repentino que asusta a una pequeña que creció.
Sí, creció con los días convertidos en años, y el resultado de querer guardarlo todo, fue fatal.
¿Sería fuerte para poder soportar el torrente? ¿Sus alas podrían despegar si estaban un poco dañadas? O, bastaría un—: Te daré mis pedazos —al lado de una sonrisa de esas que estaban por desaparecer.
Quién diría que estar roto serviría para demostrar que no todo era tan malo.
Y, entonces, una voz con calma y profundidad hará colisión con aquella braveza. Estrellaran en un clima sumido en paz; llovizna y sol en el mismo paisaje. La perfecta sinfonía.
Que espectacular.
En el momento nada efímero que sus miradas se cruzaron, en el que sus manos se apretaron, lo supieron. Se puede amar la realidad y verla de forma idílica: para eso, unos pies se quedarían en tierra, y unas alas volarían por los dos.
Unas que sí podrían ser para siempre.
Palacios, villanos, brujas, chicos que esconden sus manos dentro de sus abrigos y ríen con locura: todo junto es una mezcla de sabores para la vida, para la realidad y la magia. Para saber que los finales felices, ¿sí existen?
No habría miedo de elevarse alto, es seguro que ninguno de los dos caería.
Aquella ruta fue críptica para el mundo. Ante los ojos de ellos, siempre fue entendible.
★
N O V E L A C R I S T I A N A.
Contiene lenguaje sensible, (no malas palabras, solo expresiones diferentes), del que soy consciente es difícil leer, ya que nosotros hablamos diferente. Espero que entiendan que trata sobre vidas que perdieron su rumbo, por lo cual sus pensamientos me resultaron difíciles de comprender y escribir, no siempre, pero si en su mayoría.
Leer bajo tu propia responsabilidad.
T O D O S S O N B I E N V E N I D O S.
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RUTA 27 | ✓
Roman pour AdolescentsPude contar la estrellas en el infinito. La melancolía de dejarte, se desvaneció. El majestuoso atardecer abriría una ruta para recordarte que "fuimos uno". Él fue la lluvia que se esparció sobre la sequedad de nuestros corazones; jamás te dejará, e...