• CAPÍTULO 23

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E  N E R O  /  2 0 1 8










Las mañanas friolentas de enero dan su apertura.

La brisa de inicio de año se siente y es diferente, como si anunciara el renacimiento bajo las condiciones más extremas e inhóspitas y, aún así, la luz solar hace gala de presencia. 
La gelidez es una justificación perfecta para traer de vuelta la nostalgia de memorias abrasadoras.

 Las sensaciones escarchadas se derriten gracias a la calidez del sol que se asoma entre las nubes grisáceas.

Esas almas malheridas que yacen sentadas bajo el árbol de ramas secas, con el corazón petrificado, como congelado, han comenzado a recuperar el aire. Ellos ya saben lo que es sentir. El vaho blanquecino despedido de sus labios es una prueba irrefutable. 

Inhalan vida y la exhalan.
La neblina se disipa, cada vez es más claro el horizonte; va de aumento en aumento, hasta que el día perfecto llegue.

Les asusta tener que volver a esos lugares invernales.

Pero tienen fe que lo favorable se avecina, y no se equivocan.
No deambulan por paramos del silencio. En el bosque no hay de eso.
Oyen, melódicamente, el canto de los pájaros. El correr del agua por la ribera del río, filtrándose por las rocas, desprendiendo ese olor a humedad que los abraza.

Dios, que felices se ven.
Se tienen el uno al otro. Al romance alejado de la ciudad, allí donde se ven los pétalos volar por los aires.
Por eso no voltean nunca a ver atrás.

No importa cuántas lágrimas derramen.

Porque se quieren. Es algo especial.
Sin secretos, a la antigua, con toda el alma. Conociéndose de la manera que nadie más lo hizo antes de ellos. De su llegada, una destinada a conquistar el corazón del otro. A pedirle al artista que tiñe el cielo de amor que, no los suelte. Jamás. Que les de alas para poder tocar el alba o, el universo entero.

Oh, almas dolientes, no lloren demasiado. Nada, en la tierra, ni siquiera en nuestra galaxia y más allá, posee lo que ustedes.

De muchas formas, lo saben. Lo ven; cuando se levantan sus ondas, no lo olvidan. Él las sosiega.
No se esparcen, siguen caminando.

Dondequiera que han estado, así haya sido el lugar más olvidado y glacial de la tierra, Jehová los encontró.

No tienen temor.

Porque la primavera renace dentro de ellos. 






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RUTA 27 | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora