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P R E F A C I O


—¿No es ilegal hacer eso?

Él le dedicó una mirada significativa, con su ceja casi arqueada. Al tiempo que una ventisca soplo, respiro hondo, apretando los labios para evitar carcajear.

—Ehm —ese vago sonido le molestó a ella.

Fares no dijo nada, ganaba tiempo. Pues al mas mínimo despliegue de sus labios, la risa saldría sin que lo puediese evitar.

—Eres malo.

¡En sus labios había sonado tan encantador!

—Klay, a ti no te importa hacer cosas ilegales.

—¿Me estás llamando delincuente?

—No —Dijo rápido, debido a su tono apresurado Klairy carcajeó un segundo.

Un mover de manos.

Silencio suspensivo.

—A ti no te importa hacer cosas ilegales —repitió.

—Yo vivo para eso, Fares —le resto importancia.

Jugando con la pulsera que colgaba de su muñeca, repasó con la punta de la lengua su labio superior. No pudo seguir distraída, no al oír la envoltura rompiéndose; lo que provocó que volcara los ojos.

—Ruidoso.

Él estrujó la basura en sus manos, adrede.

Klairy vio por el rabillo del ojo como el bon-bon, se movía en sus labios. Al igual que su cabello negro, ese que la confundía y se revolvía tras los ventarrones de aire fresco.

—Klay —Llamó. La chica soltó unos sonidos avisando que tenía su atención—. Era inexistente, ahora es la unión de números especiales.

—¿En que idioma existe eso?

—En todos los idiomas —aseguró.

Bastó con no oír nada de aquellos labios, para que la chica supiese que la charla anterior seguía taladrando en la cabeza de él. Sus intenciones eran claras; y como ver a un espejo retrovisor, se preparó para lo que se avecinaba.

—¿Duele?

Klairy rascó su mejilla izquierda, lo único que salió de sus labios fue un sonido vago, casi perezoso. No quería escuchar que le dijese que eran cosas suyas.

—Es confuso... —dijo, sincera.

La caja torácica de Fares se apretó, a él también le dolía oírla hablar así, como si estuviese pérdida.

No son sueños, son pesadillas.

Miró a la chica a su lado, quien caminaba sobre la línea desgastada, seguramente contando los pasos. Guardo silencio, aprendió a leerla. Klairy no era un libro de historia o fantasía—que bien podría ser una criatura mágica y preciosa—. Era mas bien un poema, un cuento corto, entendible sin muchas explicaciones, pero con la profundidad de palabras necesarias, que no muchos entendían.

Después de todo, la poesía estaba siendo olvidada, junto a la buena literatura. Y eso que era la cúspide de la misma.

Klairy podía ser el todo de un nada vacío y triste.

La prueba contundente de que Dios hacia verdaderamente hermosura.

Pensamientos entre crueles y divertidos obligaron a que ella ensanchase sus comisuras, sin estar consciente de que lo hacía.

RUTA 27 | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora