N O V I E M B R E
¿Y S I C A E L A N O C H E?
La suavidad de las sábanas me insta a no abrir los ojos del todo.
El olor familiar de la habitación y la almohada en contacto con la mejilla es ligero, ayudando a acurrucarme mejor.
La lucidez emerge de nuevo.
Acorto el proceso de un estiramiento.
Y, en un brevísimo instante, el Ding Dong llega a mis oídos.O sea que no era un sueño.
Me toma tiempo despertar del todo.
Reprendo el pensamiento desalentador, y sin querer desanimar mis pies, dibujo la mejor sonrisa de agradecimiento por otro día; es lo que puedo regalarle a mi padre por cada nuevo despertar. Por su misericordia; mientras parpadeo, busco que el ardor en mis ojos se pierda.Hay un momento bajo el cielo para todo. Despertar es uno de ellos.
La planta de los pies siente el primer contacto de la sedosa alfombra peluda, dirijo la mirada al reloj y verifico. Marca las cinco cuarenta y dos de la mañana. ¡Quién madruga y viene a quitar mi plácido sueño!
Resoplo, deslizándome hacía la orilla de la cama.Agudizo el oído y las pisadas de papá no llegan. ¿Tendré que ir yo?
Esperando, un bostezo oscila por escaparse. En cámara lenta, mis dedos se escurren y tomo la bata.
Tardo unos segundos analizando la situación.Convencida de no estar soñando, salgo y en el recorrido del pasillo me recojo el cabello.
Una profunda inspiración es el detonador para que otro bostezo se contenga.
Con total ensoñación, bajo las gradas.La puerta de entrada es doble, detengo mi mano en la manija con un pesar de pena. Sacudo la cabeza por no preocuparme en revisar mi aspecto mañanero.
Al abrir, encuentro a Fares con la cara ladeada observando la fachada. Aventurando y ampliando su conocimiento del vecindario.
Despierto de romplón.
¡Jesús, un ángel está parado frente a mi puerta!Petrificada, hago el amago de cerrar la puerta y correr al lavabo. Es tarde, en segundos sus ojos se clavan en los míos, impidiendo realizar el plan de huida.
El pulso se me dispara.
—Buenos días, Klay.
Sonríe de medio lado.
Eso es un consuelo.—Es excesivamente temprano —murmuro, intentando esconder el rostro.
—¿Te desperté? —su tono transita a uno culpable.
—No... Es qué...
Arquea una ceja con extrañeza. Sus manos buscan un escondite y los bolsillos de su abrigo largo lo son.
—¿Te avergüenza que te vea recién levantada? —Ríe.
Sí.
—No.
—Ehm... —Aprieta los labios.
Ese sonido suave y gesto decidido me ponen a pensar.
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RUTA 27 | ✓
Ficțiune adolescențiPude contar la estrellas en el infinito. La melancolía de dejarte, se desvaneció. El majestuoso atardecer abriría una ruta para recordarte que "fuimos uno". Él fue la lluvia que se esparció sobre la sequedad de nuestros corazones; jamás te dejará, e...