R U B I O L A D R Ó N
—Klairy.
Percibo la preocupación en su voz al ver que no me vuelvo.
Los latidos de mi corazón se ven afectados, mezclándose con el pitido en el oído.«Ojalá no te alejes. Justo ahora también necesito un viejo conocido que no me señale».
—Dios te bendiga, Nick —susurro aún dándole la espalda.
—¿Qué tan malo fue el castigo?
—Nick —giro sobre mis pies, y lo acuso con mi dedo. Me armo de valor y le lanzo una mirada de completa desaprobación. El efecto firme no dura demasiado si lo único que veo es su latente angustia— ¿Cómo sabes que estuve en detención sino te he visto en toda la mañana?
No puedo evitar mostrarme enojada por su falta de consideración. No le costaba avisar.
Y por supuesto, eso solo lo hace sonreír. Como si fuera de su conocimiento una clave secreta.
No contesta. Mueve la cabeza de hombro a hombro, cerrado los ojos por breves instantes. A continuación, cruza los brazos detrás de la nuca, provocando que por el estiramiento algún músculo truene.
Me sigue reparando, supone que todo va viento en popa y afirma, convencido.
—Me entero de todo lo que tenga que ver contigo, Klairy —dice por fin—. Ahora, dime: ¿qué tan malo fue esta vez?
Demanda con amabilidad.
—Han habido peores —Con un leve gesto de la mano señalo el arbolito que plantamos.
Lo entiende. Sonríe de medio lado, humedeciendo sus labios en el trayecto.
El problema no fue plantar el árbol, sino el que ese día estuviese lloviendo, y que un rayo casi le pone fin a nuestros días.
—Estupendo —esta satisfecho con mi confesión. Gracias a sus largas piernas cierra el espacio en segundos—Ahora acompáñame, por favor.
Debido a la poca diferencia de altura, no se me dificulta levantar la mirada. Ese par de ojos de una tonalidad azul intensa, llena de determinación y frialdad, chocan con la alegría que me invade.
Allí dentro es un mundo congelado.—¿A dónde?
—A divertirnos —suelta, arrugando la nariz como gesto veloz.
Con un movimiento de ojos a los lados le exijo una explicación.
—Tu idea de diversión es algo peculiar, Nick. Así que por mi seguridad...
—Jamás pondría tu vida en peligro. — Termina antes que le lance un discurso.
Estiro los labios, para hacerle saber que le creo.
—Dirígeme entonces.
Sus ojos se iluminan con algo de perspicacia, y un semblante espléndido de sutileza detona por breves segundos. Afirma con la cabeza, antes de señalar el lugar que se encuentra detrás de él.
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RUTA 27 | ✓
Ficțiune adolescențiPude contar la estrellas en el infinito. La melancolía de dejarte, se desvaneció. El majestuoso atardecer abriría una ruta para recordarte que "fuimos uno". Él fue la lluvia que se esparció sobre la sequedad de nuestros corazones; jamás te dejará, e...