• CAPÍTULO 16

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T O R M E N T A


Nunca existirá un amor tan grande como el de Dios.

Él, que perdona multitud de pecados.

Jehová de los ejércitos; hombre perfecto que sana heridas, sin importar que no sean visibles.

Esas son su especialidad.

El sol se esconde entre las nubes.
El viento y sus suaves soplidos trae en su retorno los olores cítricos. Impactando con fuerza.

El huerto coloreado de naranja.

Cierro el cuaderno entre mis piernas y, prudente, arreglo mi vestido.
Me atreví a usarlo después de tanto tiempo. De creer variedad de incoherencias y empezar a tener mi propio sueño. Mi propia vida.

La que es hermosa sin importar que pedazos mueran a diario.
La crueldad me hizo reaccionar, pensar que ese no será mi destino. Es el que Dios ha elegido para mí.

Decidí meterlo en mi corazón y no permitiré que salga de allí jamás.

Los latidos suenan frenéticos al sentir el ventarrón de aire erizar mi piel. Los mandarinos se balancean breves segundos.
Su precioso fruto esta maduro.
Brillante.
Más que nunca.

Es un buen día.

Para llegar han pasado varios.
El mes volverá a dormir y llegará a su fin.

Cierro los ojos.
Miro el cielo por dentro. Los días nublados y la luz rogándole un toque.

Preciosa.

En la tormenta te vi. Era sencillo verte a oscuras horas de la noche.
En la tristeza la luna se iluminó. Increíblemente, si fue un invento o no, sentí la fortuna de estar acompañada por la negrura de una mirada. Los paisajes no siempre fueron alentadores y, podría añadir el proceso, pero ahora me tienes y te tengo. Esa es mi fortuna.

Es quién soy. Esto.

Respiremos.

—Traje más —Papá reaparece. Guiada por el sonido de su voz entre abro los ojos en el momento justo mientras le sonrío. Él detiene sus pies—. ¿Todavía te cabe? —Cuestiona, alzando una ceja.

Deja el cesto a un lado de la canasta de picnic. Blobby despertando de su placentero sueño, salta a sus pies y lo olfatea.

A mi padre se le ilumina el rostro. No obstante, no la carga. Espera a que ella lo reconozca y solo cuando lo logra le da su recompensa; la bolita esponjosa se regocija a lo grande.

—Que lo preguntes me ofende —Hago sombra con mi mano, esperando que los rayos de luz que se atraviesan no afecten más la visión.

—Es que estuve pensando en si deberíamos llevarle un poco a nuestra familia.

Respiro hondo, meditando.
Papá y el espacio no son problema. Nunca lo han sido; cuidando de su conejita, se sienta junto al árbol que nos estuvo haciendo sombra.

RUTA 27 | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora