S I T E C O N O C I E R A N
El aroma de las rosas me envolvió.
Fragancia dulce y pétalos cubiertos con lo que tenía una similitud a los copos de azúcar por los polinizadores que las visitaban. Era demasiado para ser real. Lo suficiente para llevar a la locura.Caminaba en medio de un jardín con rosas brillantes como los diamantes.
El sueño cambió.
Al igual que el jardín desapareció.
El material rocoso incrustado en la piel de mis pies, después, el batir de unas alas que buscaban libertad.
Corrí, sin retroceder.
Al intento de alcanzar el cielo caí de repente.Una caída brusca que me llevó de regreso a la arena del mar.
Dentro de mí despertó el fuego consumidor.
Ardió en mi corazón con un vivo desespero.Lo tenebroso fue ver la oscuridad apoderarse de todo a su paso. El mar solo produjo aún más, esa inhóspita sensación de horror.
—Vive en ti —susurró—. No puedes sacarlos. Son demasiado fuertes.
El día que conocí a Fares estaba demasiado enfadada. Las frases de motivaciones ya no surtían el mismo efecto. No quería oír lo valiente que era, o que brillaba más que un centenar de estrellas.
No de esa forma.
Días que deseé acurrucarme en mi simulado mar para no enfrentarme al verdadero, fundirme en una prenda oversize y llorar hasta agotar el agua salina.
Descansar. Exactamente. Descansar.
Fue imposible. A pesar de no sentir a Dios de mi lado, sabía que cuidaba de mí. Preocupado por no dejarme ir a dormir sola. Los días que me aleje más de él, por lo contrario, llegué a la conclusión que estaba conmigo. Cerca. Incluso si no lo sentía.
Se trataba de creer.
«Estoy aquí». Susurrante, calmado como las olas del mar por la noche.
Nada nos podía separar.
Excepto yo. Y lo hice.Era culpa mía. Dejar de leer la palabra sagrada fue lo primero; el muro de fortaleza que me protegía del dragón. Deje que Satanás ganará ventaja por vergüenza.
La culpa no me permitía abrir la biblia y, si lo intentaba, no leía demasiado hasta que las voces hacían sangrar mis oídos y me lograban derribar—Hipócrita. Sinvergüenza—. Por mi causa el nombre de Dios era menospreciado. Quise buscar una solución. Pero las soluciones humanas, por lo general, nos llevan al fracaso.
Puse distancia. Demasiada.
Sentí el deseo de esconderme.
El desaliento me paralizó y logró su objetivo.Miraba a todos lados, desesperada. Arañando mi piel en palabras de ayuda que nadie podría descifrar, porque iban dirigidas a una sola persona.
¡Por favor ven a rescatarme!
La solución no era esconderme como si fuese un ermitaño con miedo de salir a la civilización. La solución era Dios, y el enemigo de mi alma lo sabía. Por eso intentó quitarme la única esperanza.
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RUTA 27 | ✓
Fiksi RemajaPude contar la estrellas en el infinito. La melancolía de dejarte, se desvaneció. El majestuoso atardecer abriría una ruta para recordarte que "fuimos uno". Él fue la lluvia que se esparció sobre la sequedad de nuestros corazones; jamás te dejará, e...