• CAPÍTULO 02

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M I R E M O S    L A    L U N A






No me gusta fingir estar bien y esconderme tras una máscara de felicidad inventada.—Mejor es la tristeza que la risa—. Porque el semblante del rostro puede estar triste, como si solo fuera un cuadro de pinceladas acrílicas, pero el corazón puede estar contento.

Es aterrador pensar que un día llegue a ponerme esa máscara. Tantas personas se han vuelto unos mentirosos expertos. Ante la vida y sus constantes lecciones, la sociedad y su dureza, ante ellos. Eso último es mas difícil si al final del día te ves como eres, y al quitarte el antifaz, todo lo triste sigue allí.

A la luz del día feliz, y por dentro un corazón enlutado.
Oscuridad.

¿Quién no quiere una felicidad real?

Procuro mantener la sonrisa interna, porque mis labios no quieren sonreír y no los voy a forzar a hacerlo.

Traté de no tener un resbalón, pero, heme aquí, embarrada en una situación bizarra y no por gusto propio. Son consecuencias.

Las esquinas protegen de los terremotos, o eso me dijeron en la capacitación escolar que recibí a los diez años.

Fue lo primero que recordé al momento que vi las intenciones de la chica que comenzó a insultar. Fracasé por completo. Ella me encerró, pero tampoco procuré salir de ese inminente desastre.

Hace como medio segundo que todo estaba bien y ahora solo aprecio la vena colérica y rabiosa que resalta en su frente—. Eres repugnante —grita, lo demás no logro comprenderlo.

No entres apresuradamente en pleito.

Desmoronarse no esta permitido. Lo único que puedo hacer es dejarla que se desahogue, ya que si me muevo, algo se va a derrumbar.

Existen miles de personas en el mundo que han escrito sobre una chica encantadora que se enamora de un engreído. Sentimientos igual de duros como una roca, antipático con cada ser vivo y que se refugia en su mal carácter, sin olvidar que es guapo. La realidad es que han distorsionado un poco las cosas.

En dichas historias es esencial el personaje odiado, el obstáculo para que la protagonista sea, ¿feliz? El hecho de que ella sea la amiga de ese sujeto, la convierte en la chica mala, ya que piensan que cosas muy interesantes suceden entre ellos.

Esa historia no es de mi agrado si la villana soy yo. Y no es preciso que yo me defina así. —eso sería aburrido—. Ese papel el mundo me lo da, casi obligándome a que lo tome como si fuera todo lo que quedara. Y no es cierto, esa palabra no me define en lo absoluto. Porque no es vergüenza hacer lo correcto. Daniel también vivía en un mundo nuevo, y no le importó que hasta le cambiarán el nombre. Él sabía quién era realmente.

Aprendió historia—¡Cómo en la escuela!— Idioma. Pero habían determinadas cosas prohibidas. Una raya de la cual no podemos pasar.

Entonces debo estar tranquila, porque la trama de mi vida está siendo escrita por un guionista experto.

Incluso cuando las palabras de: —«No le des importancia a lo que dicen de ti». Se pierden y saltan al vacío al momento que no tienes claro porqué camino o brecha vas, les prestas atención y lo aceptas, dejando que te marquen. Eso sucede con insistencia en el instante que decidimos retroceder.

Somos más que personas tristes, viperinas, asociales, nerds, bonitas. No deberíamos consumir historias en libros o películas que se vuelven destructivas si las aplicamos en nuestra vida diaria. Porque, sí, a veces nos sentimos perdidos, y ver o leer tales cosas, no ayuda. No es aceptable, ni negociable que te pongan una etiqueta. Que hagan ver como si estar en oferta, en un aparador de moda, sea «especial». Tanto, que cualquiera puede llevárselo sin esfuerzo alguno.

RUTA 27 | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora