Capítulo 17: Beethoven

788 73 2
                                    

Mi casa era un completo silencio, como siempre, me dediqué  a leer y a terminar unas tareas para mañana. Me tomó de sorpresa el timbre, no esperaba a nadie y mis padres trabajaban.

— ¿Pol? ¿Que haces aquí? — no podía encontrarme más sorprendida. Este me saludó y entró a mi casa — ¿No estabas enfermo?

— ¿Que dices?

— Fue lo que dijo Bruno, por eso no vienes al insti.

Bufó mientras se quitaba la chaqueta — eso es mentira, no voy al puto instituto porque me anoté en un trabajo de tiempo completo.

— ¿Quieres beber algo? — asintió y siguió con su relato mientras yo servía dos vasos de zumo.

— En mi casa solo trabaja mi hermano Oscar, no tenemos dinero y nos echarán del piso. Por eso empecé a trabajar.

— Entiendo, Pol.

— Y ahora también tengo que soportar a Merlí que me está taladrando a mí y a mi padre para que vuelva a clases.

Sonreí inconscientemente — Se preocupa por ti, te quiere.

— Yo también lo quiero — sonaba desesperado — los quiero a todos, pero tengo que ayudar a mi familia.

Le acaricié un poco el pelo y este se recostó en mi hombro.

— ¿Y si buscas un trabajo por la tarde, así sigues?

— No creo conseguirlo.

— Inténtalo.

Sus ojos color miel me miraron como si lanzaran llamas — ¿Cómo están todos?

— Pues.. — repasé lo que había pasado en la semana — tenemos nuevo profesor de literatura castellana, nueva profe de historia que es muy cabrona, una alumna nueva entró y... Mónica y Joan blanquearon su relación.

— ¿Al fin la blanquearon?

— Tú sabías...

— Claro que si, Joan es mi amigo — rodé los ojos, y este soltó una risita — ¿Cómo lo llevas?

— Bien... Joan no es nada mío y Mónica es una de mis mejores amigas. El que no lo lleva muy bien es Gery.

— Joder pobre Gery.

Rió negando varias veces y me concentré en lo que lo traía acá.

— ¿Y como llegaste a mi casa?

Se encogió de hombros — Yo que sé, puedo hablar contigo.

— No le encuentro mucho sentido a tu visita — Murmuré divertida.

— Démosle un sentido ¿No crees?

No me dejó responder porque en un instante se subió arriba mío para besarme. ¿Que estaba haciendo? No podía reaccionar de ninguna manera, y como mi cerebro no pensaba actúe con mi cuerpo. Pasé mis brazos por su cuello para profundizar el beso.

— ¿Que harás, Lorca? ¿Me vas a quitar nuevamente?

Oh no, no lo harías Zoe. Negué con una sonrisa coqueta y lentamente, despojé su camiseta, al igual que él con mi parte de arriba y posteriormente mi brasier.

— ¿Te gusta? — susurró con su respiración entrecortada.

— Cállate Pol — le quité el cinturón para bajar con lentitud su pantalón. Me gustaba hacerme rogar.

Se dió cuenta de eso y me subió de vuelta encima de él, nuestros sexos rozaron sacándonos gemidos llenos de placer.
Finalmente nos unimos el uno al otro, en el sofá de mi sala, siendo música para mis oídos... Bueno, en todo sentido porque a Pol se le ocurrió, tirarme en pleno acto sexual contra el piano. Al que no volvería a ver con los mismos ojos a partir de ahora.

— Fue para aliviar el estrés — argumentó el rubio colocándose sus pantalones.

— Ajá, si claro. Por mi parte no lo volveré a hacer — sentencie intentando disimular lo mucho que me gustó tener sexo con él.

— Dime que no pensaste en Joan al hacerlo conmigo —me tensé.

— Deja de decir tonterías Pol ¿Quieres? — pero contraataqué con una sonrisa malvada — ¿Tú no pensaste en Bruno?

— Como te pasas Zoe, él tiene novio.

Me terminé de atar el pelo — ¿Crees que no se cuanto hablaron por Skype en vacaciones? Capullo.

El sonrió, una clásica sonrisa nerviosa — Está bien Lorca, voy tirando. Nos vemos, me encantó tener sexo contigo.

— Adiós Pol Rubio. — dije cerrando la puerta con una sonrisa ingrata en mi boca. ¿Que acaba de pasar?

***

Al día siguiente en clase, nos encontrábamos en clase de Merlí.

— Les entregaré el temario, no lo pierdan que es importante — decía mientras pasaba banco por banco, le golpeó suave a Gery que se encontraba en una especie de trance.

— ¿Todo esto entra? — pregunté horrorizada.

— No, hay unos temas más. — todos protestamos.

La puerta de entrada se abrió y por ahí entró el magnífico Pol Rubio. Todos sonreímos.

— ¡Hostia pero si es Pol Rubio! — gritó Merlí, se notaba en su voz el alivio de ver a su alumno estrella — llegaste tarde a clase, no debería dejarte entrar.

Él se quedó en la puerta con una sonrisa tímida.

— Anda, entra.

Pasó y me guiño el ojo, también saludó a Bruno con algo de coquetería.
Todos los peripatéticos estábamos reunidos nuevamente.

Miré con algo de pena a Gerard, que seguia con la cabeza apoyada en la mesa, desanimado. Creo que tendríamos que tener una charla de amigos.




La paradoja del cuervo || Merli #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora