Capítulo 23: La noche de castigo

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Nadie estaba contento de estar encerrados en el aula un lunes a las 7 de la tarde. El día estaba horrible y solo pensar en que podría estar en mi cama leyendo un libro lo empeoraba todo. Iván leía el diario y comía yogurt, Berta estaba dormida en el pupitre al igual que Tània y Marc y Pol simplemente caminaba por el salón.

Merlí entró y nos miró uno por uno — Joder, pero si son mis peripatéticos.

Tania se levantó con un toque de esperanza — Merlí, no tiene ningún sentido que yo esté aquí. No fui parte del plan de estos.

— Tienes razón Tània, démosle un sentido.

El profesor anotó una pregunta en la pizarra, ¿Por qué las cosas existen y dejan de existir?

— Al final de su castigo vendré a ver cómo avanzaron con esto, tomenlo como una tarea de filo.

Merlí se fue, dejándonos solos otra vez.

— Joder, que yo ahora debería estar en teatro — se lamentó Marc.

— No hubiesen echo esa broma tan ridícula a Coralina. — dije con algo e mal humor.

Pol me miró interrogante, jure que de sus labios salió un "¿Es encerio?".
Ya estaba anocheciendo en el cielo de Barcelona y no solo eso, estaba tan horrible que empezaron a caer las primeras gotas de lluvia.

Tània se abanicó — A ver, creo que estoy entrando en una crisis existencial, ¿No lo sienten?

Iván que había estado en silencio miró con fijeza la pizarra con la consigna.

— Las cosas existen y dejan de existir, igual que los humanos. Tengo una curiosidad horrible por qué hay después de la muerte, ¿Que piensan?

Berta se levantó de su asiento — Lo lamento pero no haré esto, que mal rollo tíos. ¿Se piensan que me pregunto esas cosas? ¡NO! ¡NO LO HAGO!

— Berta cálmate, o colaboramos todos  o nos volveremos locos en las dos horas que quedan de castigo — sentenció Pol muy serio.

— De todos modos Iván tiene razón, las cosas existen y dejan de existir así como si nada. Hay una gran semejanza con las personas, nacemos, crecemos y luego nos morimos.

— ¿Podríamos decir que nosotros le damos sentido a las cosas? — Preguntó Tània.

Me encogí de hombros — Tal vez, puede ser..

Volví a mirar a la ventana y ahora la lluvia caía con mucha más intensidad, truenos y rayos.

— Mierda, yo que tengo que volver a mi casa caminando — me quejé, no pasó ni un minuto que se fue la luz eléctrica.

—¿Y ahora? — preguntó Marc

Berta se volvió a tirar sobre dos bancos — Yo dormiré hasta que vengan a buscarnos y nos autoricen a irnos.

Tània y Marc estaban hablando en la oscuridad, frente a la pizarra, me gustaría saber de qué. Pero me encontraba muy cómoda con la cabeza apoyada en la espalda de Pol, estaba dejando que el sueño me ganara.
Pasaron 10, 20, 30 minutos, no lo sé. Marc se paró frente a la clase a decir un monólogo de Shakespeare, el que tendría que estar diciendo en teatro ahora mismo.
Aplaudimos con impresión cuando el terminó de hablar, hizo una reverencia como todo actor.

—¡La has currado tío!

— Excelente Marc, tienes un gran futuro teatral por delante.

Al parecer todo eso había subido nuestros ánimos porque a Berta se le ocurrió salir al patio y bailar sobre la lluvia, para matar al tiempo.
Nos sentíamos en una película de Hollywood, bailando sin importarnos nada, sin importar que hayan profesores rondeando por el insti.
Solamente decidimos volver al salón por una sola razón; teníamos una pregunta que responder.

— Es que todo este tema, que fuerte... Nosotros estamos en la nada — filosofó Pol.

— Y si estamos en la nada ¿No somos nada?

Marc se tocó el cuerpo reiteradamente — Que yo me siento vivo, puedo tocarme — le tocó el brazo a Iván — a él también.

Todos reímos pero Pol tenía algo en mente — ayúdenme.

—¿A qué?

— Recrearemos la nada.

En un espacio como este, recrear la nada era quitar todos los bancos y ponerlos en el pasillo fuera del salón, fue un trabajo arduo pero pudimos. Cuando en el salón solo éramos nosotros y la gran pizarra nos pusimos a caminar.

—¿Y ahora? — preguntó Tània.

— caminemos... Con los ojos cerrados, será más fácil imaginar la nada así.

Después de unos minutos de caminata para reflexionar, nos juntamos todos en el centro formando una ronda.

— Sabemos que existimos, porque sabemos que algún día todo esto se acabará.

— Moriremos — dije

— Exacto.

— Que depresivo

Me encogí de hombros — Es que es así.

Merlí entró al aula, se quedó mirando todo y nos miró con una sonrisa cómplice.
Pol alzó la voz.

— Las cosas existen porque nosotros las vemos.

Iván lo contradijo — si pero eso sería pensar que nosotros somos el centro del universo.

— No no — acoté yo — las cosas existen por sí mismas, y luego dejan de existir. Mueren.

— Cómo la araña del laboratorio — rió Marc y todos reímos con el.

— ¿Y la muerte? Nadie vive su propia muerte.

— Es verdad, todos vivimos la muerte de otros.

— Pero... El universo es infinito.

Tània miró a Merlí, que estaba estático en la puerta — Merlí di algo, ¿Tu qué piensas?

— No hay nada más que decir — contestó con un pequeño tono de orgullo.

La paradoja del cuervo || Merli #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora