Capítulo 9. Con los pies en la tierra

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            Jessica se despertó muy temprano y haciendo uso de sus dotes culinarios, preparó un excelente desayuno. “Sí, lo sé. Estás usando el truco más viejo para atrapar hombres, pero ¿quién dijo que el consejo de la abuela no da sus frutos? A los hombres se les enamora por el estómago, y eso exactamente pasará”.

            Ya con la mesa lista esperó a que Chace se despertara, pasaron varios minutos y todo se estaba enfriando, llegó a casi dos horas y ya a punto de dormirse sobre la mesa, se levantó y comenzó a tocar la puerta de su habitación. Tocó y tocó, pero no contestaba. Ya algo asustada, abrió la puerta para notar que no había nadie. La cama estaba desordenada, pudo divisar pedazos de vidrios rotos regados en el suelo, caminó hasta el baño para notar que en efecto no había nadie. “Genial, tanto trabajo para nada. ¿A qué hora pudo irse? Yo madrugué ¿Qué le habrá pasado?”  

            Un tanto molesta, tomó su celular para llamar a Juliet. Sería un desayuno entre amigas.

***

            Chace echando fuego por los ojos, pasaba de un documento a otro. Revolvía carpeta tras carpeta, llamaba a sus empleados, socios, clientes. Le gritaba a aquel que no estuviera siendo eficiente, ya tenía demasiado trabajo adelantado para solo ser las ocho de la mañana.

            No hubo empleado que no se apurara a llegar rápido al trabajo, al enterarse que el jefe se encontraba allá desde la madrugada.

            Un papel salía volando tras otro. Las secretarias sin desayuna ya corrían de un lado a otro, a la mente de todos vino el recuerdo de aquellos años cuando Victoria era la presidenta. Al parecer su hijo ya estaba afilando sus garras. Fue la primera vez que Chace lució como el respetable jefe magnate, el digno heredero de su multimillonaria fortuna. Pero era aquella rabia interna lo que incentivó su eficiencia. De sus accionistas haber conocido sus verdaderos motivos para trabajar tanto, le habrían pagado a Elisa para insultarlo más seguido.

            Entre hoja y hoja las palabras de Elisa se clavaban en su mente. Todo volvía a recrearse como si apenas estuviera pasando.

            Daba vueltas en su cama intentando conciliar el sueño, buscando olvidar aquel beso, de pronto su celular comenzó a vibrar, su sorpresa fue grande cuando en la pantalla la foto de Elisa parpadeaba. Contestó con la esperanza de que algo pasara, no sabía bien qué quería, tal vez una parte de él necesitaba creer que… bueno era mejor siquiera pensar en lo que vio.

            Supo de inmediato que Elisa estaba equivocada, también notó que estaba borracha, pero eso no borró todas aquellas palabras, por el contrario las reforzó. Cada uno de sus insultos entró a su cabeza y pasó a su corazón, penetrando en él, hasta el mismísimo núcleo, en dónde se quedarían como lava ardiente para causarle el más insufrible de los dolores.

            “Solo los niños y los borrachos dicen la verdad” Y era eso lo que más lo atormentaba, ella estaba diciendo la verdad. Mientras él agonizaba por no poder tenerla, mientras añoraba el poder besarla y veía como lo único valioso en la vida, tener su amor, ella sentía náuseas con su presencia.

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