Capítulo 32.- Una cosa rara, única y divertida

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—¡Qué aburrida estás! —mencionó Ian bostezando.

Estaban en la casa de Elisa y ella solo estaba envuelta en un enorme suéter mientras veía tele. Se sentía enferma, aunque su malestar no se debía a su estado físico. Era un gran vacío lo que gobernaba en su estómago, tan solo quería no hacer nada todo el día, tampoco es que la televisión la entretuviera, ni siquiera le prestaba atención, tenía la imperiosa necesidad de ver a la nada y martirizarse con su extraña situación.

Quería y no quería pensar en él. Deseaba poder sacarlo de su cabeza, pero a la vez no hacía más que tocar sus cabellos rubios y recordarlo. Cada recuerdo era tan valioso como doloroso, y cada uno se reproducía en su cabeza de forma lenta, analizando el más mínimo detalle.

Ian fue a visitarla para ver cómo estaba y nunca pensó que vería a Elisa despechada.

—Que desconsiderado eres ¿me botaron como a una ramera usada y crees que voy a estar brincando de un pie?

—Lo siento, pero... estás actuando tal cual se esperaba.

—¿Qué dices?

—Que pareciera sigues un patrón solo para demostrar que te duele.

—En serio me duele, idiota. Claro que me duele. No se supone que esto termine así.

—¿Y quién dijo que terminó? Es solo un bache Elisa. Levántate, sé la misma chica diferente de la que Alex se enamoró y dale tiempo al tiempo.

—Tienes razón. Vayamos a comprar helado, quiero un buen y enorme helado.

Ian la miró con reprobación y risa a la vez.

—¡Qué! Sí es un cliché. Las mujeres despechadas comen helado, pero sí quiero helado, qué más da.

Ian tomó las llaves de su auto y dejó que Elisa saliera antes que él.

Llegaron a la tienda más cercana que encontraron y Elisa bajó de inmediato en busca de su helado tan querido.

—¡Oh! ¡Esa canción! —Elisa con molestia elevó sus ojos al techo. —Mataré a Scarlett, la mataré.

—Tal vez Alex gane un Grammy y todo —burló Ian—. Incluso sus fans ahora hasta te quieren ¿No has leído sus comentarios?

—No. —Abrió la nevera para sacar su pote de helado. —Aunque ojala y todo ese bombardeo de nuestro amor, cale en Alex y deje la estupidez que tiene ahorita.

Elisa no quería esperar y luego de pagar se detuvo en la puerta de la pequeña tienda para abrir el pote y con una paleta de madera tomar un poco de helado y llevárselo a la boca. Se recostó ahí viendo como pronto iba a anochecer.

—Creo que te tomaron una foto —señaló Ian al paparazzi al otro lado de la calle— ¿Cuál será la noticia de mañana?

—Musa en estado decrépito —Ambos rieron ante la apreciación de Elisa. —¿Cómo es que Elisa Lubensky inspiró tan maravillosa canción? ¿Estaba Alex bajo el poder de alguna droga? Honestamente, esa canción es demasiado para mí.

—Completamente de acuerdo.

Ian le quitó un poco de helado y duraron así unos segundos hasta que un niño casi se llevó a Elisa por delante.

—¡Ey!

Elisa molesta porque su pote de helado cayó al suelo, tomó al niño por el cuello de su camisa y con una fuerza que salió de la nada, lo jaló hacia ella.

—¡Maldito mocoso!

—Oh pequeña rata, en una celda te pudrirás —dijo el hombre gordo de la tienda, que azorado y rojo salía a tomar al niño.

Viviendo con tu VenenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora