Capítulo 28.- La pesadilla

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La lluvia caía sin compasión y para ella todo era completamente irónico. Cerraba sus ojos y es que no quería ver aquello frente a ella.

Había decidido no estar ahí, pero ese era su lugar ¿Dónde más podría estar?

Por la lluvia, sus pies se enterraban en la mezcla de grama y fango, y pensó que aquello también era irónico.

Quería dejar de comportarse como una niña, como un ser normal. Con rabia limpió aquellas lágrimas que se mezclaban con las amargas y frías gotas de lluvia.

Restregó sus ojos, tan fuerte, que comenzó a dolerle. Su subconsciente le indicó que había alguien frente a ella, abrió los ojos y lo vio. Ahí estaba él y lo odiaba. Lo odiaba con todas sus fuerzas. Empuñó sus manos y presionó sus dientes, solo quería golpearlo, gritarle y lo haría.

—¡Eres un completo desgraciado! —gritó con todas sus fuerzas, en gritos que eran ahogados por el fuerte sonido de la lluvia.

—Elisa escúchame —Con su traje negro intentaba acercarse a ella.

—No. ¿Cómo pudiste hacerme esto, Alex? ¿Cómo pudiste engañarme así? Eres un cobarde, un poco hombre. Eso es lo que eres —gritó, se balanceaba de un lado a otro y lloraba. Era extraño, porque no quería verlo, pero no podía dejar de hacerlo.

—Algún día lo entenderás. Yo...

—No me vengas con tus buenos sentimientos, con todo tu amor hacia mí. Me destrozaste ¿cómo podré vivir ahora? ¿Cómo? ¿Acaso tomaste eso en tus cálculos?

—Créeme que sí, Elisa.

—Por favor. Esto no es vida y nunca lo será. Tomaste mi corazón y todo mi ser, y lo apuñalaste, lo pulverizaste y quemaste sus restos. Lo que me hiciste no tiene nombre, eres tan...

—¿Crees que no viví un calvario? ¿Crees que fue tan fácil...? —Reviró hacia un lado, suspiraba para sostener sus sentimientos dentro de él.

—Si fue tan difícil ¿Por qué no contarme? ¡¿Por qué demonios no confiaste en mí?! Solo me dejaste a un lado, pensaste por mí. Decidiste por mí y eso, nunca, nunca, te lo perdonaré.

—Yo solo puedo decir que ¡Te amo!

—¡Pues yo no! —gritaba histérica, lanzándose sobre él —¡Te odio! ¡Te odio! ¡Te odio! Quisiera encontrar la forma de sacar este asqueroso veneno que dejaste en mí. Nunca pensé que fueras a hacerme tanto daño. Quisiera... quisiera... —la palabra vino a ella y no dudó en usarla— ¡Matarte! ¡Matarte yo misma! ¡Matarte! ¡Matarte! ¡Ma...!

Analizaba sus palabras y de inmediato se llevó las manos a la boca. Ya no podía más y en un llanto amargo se lanzó sobre aquel pasto. Sin darse cuenta sus manos se hundían en aquel lodo que comenzó a volverla loca. Pasaba sus manos empantanadas por toda su cara y sus cabellos. Su vista ya era nublosa y desesperada buscaba la forma de que nada de eso estuviera ocurriendo.

Su corazón de roca no podía soportar eso.

Los corazones duros se quiebran con mayor estruendo, y ahí estaba ella viviendo con nada que latiera dentro de ella. Ahí estaba consumiéndose, y eso solo era el comienzo de su pesadilla.

***

Un día antes.

—¡No! ¡No! ¡No! —gritando se lanzó en el suelo con las manos cubriendo sus oídos—. Él no está muerto, no puede estarlo ¡No! —Lloraba y gritaba. Nunca en su vida sintió tal intensidad de dolor.

—¡Elisa! ¡Elisa! —Ian rápido se levantó de su asiento y con ojos llorosos corrió a socorrerla.

—Él no puede estar muerto, yo lo vi ayer, el me besó, me dio este anillo. Él no pudo hacerme esto ¡No pudo!

Viviendo con tu VenenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora