Capítulo 31.- Cabras con Cabras

848 65 33
                                    

—Bien, escucho.

Liam estaba frente a ella tomándose un red bull. Él compró unos baggles y un chocolate para ella y ahora estaban sentados en aquella banca con la fría brisa agitando los cabellos de ambos y con el hermoso mar de fondo.

—¿Qué escucharás? —Tan solo quería comerse el baggle, era lo único que tenía en mente y con desespero y emoción comenzó a sacar su porción.

—Las señales, dijiste que tenías señales de que Aaron Jones estaba interesado en ti.

—¡Hum! Eso —dijo con la boca llena y solo se concentró en darle otro mordisco.

—¡Scarlett! Deja de atiborrarte de comida y habla. Cada que salimos solo estás con los ojos saltones, eres una muerta de hambre.

—Sí soy una muerta de hambre, no tengo dinero ¿Cómo más quieres que esté? Pero malvada suerte la mía que me la paso con el estómago retorciéndose del hambre y así y todo no rebajo, es decir ¿De dónde acumulo grasa?

—Estás más delgada.

—¡Qué! —Tragó el pedazo de baggle en su boca casi de forma inmediata. —¿Acaso Pie grande anda buceándome? —Comenzó a reír a sus anchas.

—Eres tan idiota. —Liam molesto le dio la espalda, le hervía la sangre su risa atorrante.

—No seas tan delicado, margarita. —Le dio un manotazo en el hombro pero él se arrimó más lejos de ella. —Liam, Liam no seas una nena. Sé que ahora consideras que estoy buenota, pero bueno... ¿Cómo culparte? Yo soy muy sen-su-al. —Volvió a reír y Liam estaba que le daba un golpe.

—¿En serio crees en tu tonta cabeza que le gustarías a algún hombre? —preguntó enfrentándola. No quitaba su mirada de sus ojos, intentando intimidarla, pero ella divertida solo masticaba bien el pedazo de baggle en su boca.

—¿Por qué sería tan aberrante? Digo, pese a todos mis excesos en grasa, cabello y vello corporal, —Liam cerró fuerte los ojos ante lo último, lo que hizo sonreír a Scarlett. —soy mujer, aunque no lo creas no hay un pene entre mis piernas, así que es normal y natural que algún hombre se fije en mí. Yo de verdad no entiendo por qué tanto asco hacia mi persona, digo soy un ser humano funcional, con todo lo que debo tener y sin enfermedades raras, incluso tengo dos poderosas razones bien firmes.

—¡Dios! ¡Scarlett! Te he dicho que hay cosas que los hombres no debemos saber —gritó.

—A pues, si se la pasan masturbándose viendo a mujeres pelotudas.

—¡Scarlett, basta!

—Ya. Tú tienes la teoría de que ningún hombre puede fijarse en mí, pero yo creo que sí, no hay razones para que algún loco no me considere para usar mis vírgenes orificios. Porque soy virgen ¿Sabías que en ciertas culturas soy valiosa?

—Pues has estado en esas culturas y nadie te ha parado, así que deja de presumir, porque decir que eres virgen es patético, que lo seas a tu edad, es más que patético.

—A pues, ni que fuera una chocha. Apenas tengo veinte, es perfectamente normal ¿Acaso Anastacia Steel a sus veintidós no era virgen? Y luego se encontró a Christian Grey que se enamoró de ella por ser virgen.

—¿De qué hablas? Scarlett me estás mareando. —Cerrando sus ojos comenzó a masajear su cien. —Estoy trasnochado, tengo sueño, me siento enfermo y tú ¡No dejas de hablar estupideces!

—Tú empezaste. Con tu manía de menospreciar mi belleza.

—¡Tú no tienes belleza! —gritó exasperado—. Y no conseguirás a un Christian Grey.

Viviendo con tu VenenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora