Capítulo 3. ¡Ni lo pienses! (parte 1)

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Escuchaba la desesperación de su padre, la agitación de su madre, la indignación de su ex novio y todo le parecía divertido. “Esto es estar de vuelta en casa” Sonaba en su cabeza como una cancioncita. Ahora Peter salía tumbando la puerta y las miradas de sus padres demostraban que estaba en problemas. “Mejor me voy de aquí”.

            —¡No irás a ningún lado Kicha! —su madre le gritaba cuando hacía el intento de perderse. Hace mucho que no la llamaban así, recordó que fue el sobrenombre que su primita le puso “´¡Kicha! Hasta me gusta volver a escucharlo”.

            —¿Crees que esto es un juego? —su padre molesto la jaló del brazo.

            —No es un juego, lo tomo muy en serio. Pero, lo siento. Peter ya no me gusta, no puedo casarme con él, no es el hombre de mi vida, siento que se haya enterado de esta forma, pero no hay remedio. No soy la primera ni seré la última mujer que engañe a su novio. Y ustedes no se crean tan puritanos. Siempre han sido muy liberales, tanto que mi mamá me sugirió que tuviera sexo a los catorce años con protección, y tú, acaso no me dijiste que podía probar las drogas, más no hacerme adicta, que de vez en vez no hacían mal. Por suerte nunca los he escuchado, así como no lo haré ahora, con su permiso, quiero dormir.

            —Pudiste haberte revolcado con cuan hombre hayas querido, pero ¡Con Chace Van der Field! ¿Declaras tanto amor por Chace Van der Field?—su padre tomándose el corazón se sentaba en aquel gran modular blanco que adornaba su gran lujosa y moderna sala, blanca de paredes de vidrio.

            —Entiende, no puedes dejar a Peter por Chace Van der Field ¿caíste en la demencia? —su madre también alterada la jaloneaba.

            —¡Ya basta! —Todo era extraño, no entendía nada y le daba pena preguntar —Haré con mi vida lo que me dé en gana.

            —No. Declararás públicamente que no hay nada entre ese joven y tú. No sé qué excusa inventarás para ese beso que aparece en todos lados, pero lo justificarás. Le pedirás perdón de rodillas a Peter y te casarás.   

            —Oh no, claro que no —se enfrentaba a su padre.

            —Claro que sí, y más te vale que lo hagas. Y mañana a más tardar.

            —No, padre, yo no…

            —¡Fin de la discusión!

            Tomándose el pecho salía de la sala con su esposa detrás de él. Jessica quería seguir protestando pero ya sus palabras se perdían entre esas paredes. Confundida subió a su habitación. No se preocupaba por la salud de su padre, era su costumbre hacer de todo un drama, era un hombre joven de unos cincuenta años recién cumplidos, rubio, no muy alto, de ojos oscuros y un tanto gordo. Su mamá era rubia, de ojos miel, no muy alta y de contextura delgada. Siempre fueron unos padres divertidos y liberales, vanidosos y egoístas. Jessica decidió que estar con ellos no le hacía bien y por eso se fue, pero ahora estaban más raros que antes.

Viviendo con tu VenenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora