El día de Karim empezaba con un entrenamiento entre ella y su mejor amigo, Nauzet, quien era más suave a la hora de practicar los movimientos con la joven y a veces siendo regañado por el instructor de ambos por ese motivo.
—Descansen un momento —mencionó el maestro yendo a supervisar a otros alumnos.
—Norman se volvió a enojar conmigo —el muchacho se sentó con las palmas recostadas hacia atrás.
—Lo siento —la chica se acomodó a su lado—. Gracias por ayudarme
—No te preocupes, oye, vamos a la montaña hoy a encender cristales, hace tiempo que no lo hacemos.
—Pero no deberíamos, además te toca vigilar.
—Puedo escaparme un rato, vamos —él miraba sonriendo a su amiga que por un momento se lo pensó.
—¡De acuerdo! —su sonrisa de entusiasmo era notorio en especial por la viveza que puso a la hora de volver a entrenar.
El resto del día transcurrió normal, la joven pulió su adiestramiento con el hermano mayor a pesar de que ahora él se veía un poco más nervioso junto a ella, aunque lo controlaba.
A medianoche la joven se escabulló hasta llegar a la base de la montaña, encontrando a su amigo acomodando algo que hacían un ligero sonido de algo frágil siendo chocados con suavidad.—Hola —susurró la chica acercándose a agacharse.
—Ya lo tengo listo —él descolgó su collar blanco y el cual agitó un poco haciendo que se iluminara—. ¿Comenzamos? —recibió una afirmación de su amiga y así juntó su cristal con los otros.
Los trozos de vidrio de colores se iluminaron con el toque del inicialmente blanco y que se compartió a los demás, formando una pequeña aurora enfrente de sus ojos admirando ese espectáculo personal. Ellos se quedaron unos minutos ahí mirando a esa ilusión, a la vez que hablaban más tranquilos como antes de que ese ataque tuviera lugar hace casi dos años.
—Nauzet —sus ojos buscaron a los masculinos con decisión—. ¿Qué fue lo que hice aquella noche?
—No tenemos permitido hablar sobre eso —tragó saliva nervioso.
—Por favor.
—No puedo, es mejor así, pero puedo decirte que nos salvaste.
—¿En verdad? —él asintió con sonrisa compasiva, y aunque eso hizo que ella se relajara un poco, no dejaba de sentir esa espina de incertidumbre— Nauzet, ¿qué es eso?
Ambos miraron en dirección hacia el lugar de su puesto de vigilancia donde una torre estaba a algunos metros del castillo, unas sombras se acercaban y podían ser distinguidas por algunas tenues llamas que cargaban consigo. Los dos dejaron los cristales y el chico colgó su collar dirigiéndose con prisa hasta el palacio, ella corría para llegar abajo habiéndose alejado un poco de su amigo, sin embargo se encontró con un enemigo con la cara cubierta que trató de ensartar su espada en ella. Karim hizo un paso atrás y se puso en posición de defensa por instinto sintiéndose sorprendida por ese pequeño reflejo que tuvo.
El hombre acometía para matarla y ella se empeñaba en esquivar hasta que alcanzó a tumbar al hombre poniéndose encima de él, sujetando con sus pies los brazos del hombre y tomando la espada con la punta dirigida a él.
Ella respiraba entrecortada por el cansancio y lo que sabía debía hacer, terminar con la vida de su agresor, pero sus manos temblaban mucho y sus lágrimas salían sin querer mientras alzaba el arma para arremeter contra el extraño. Karim dejó sus brazos caer haciendo una cortada en la mejilla del hombre a través de la tela oscura para luego levantarse apuntándole aún.
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Hijos de los Elementos
Fantasy¿Cada quien tiene un destino o cada cual elige su camino? Nadie conoce la respuesta a esta pregunta, pero también sabemos que nadie elige dónde nacer. Muchos prefieren regirse por sus tradiciones, otros por la suerte, y pocos por propia determinació...