El cielo azul tan amplio y majestuoso con nubes tan blancas que parece que puedes saltar sobre ellas. Una joven de larga cabellera lacia y oscura hasta la cintura, vestida con ropa que le ayudara a moverse con agilidad entre el bosque, pantalones de cuero cuya terminaciones están dentro de los botines que llegan una palma arriba de los tobillos, una camisa sin mangas y una capa con capucha, Karim, la princesa sin corona, era quien contemplaba aquella vista, una de las cosas que le caracteriza, pues podía pasar horas sentada en la copa del árbol más alto del bosque o acostada en el pasto viendo semejante temple ya fuese de día o en la noche estrellada, los habitantes del pueblo juran que si por ella fuera echaría raíces para quedarse allí.
–Karim… –la voz de un hombre la llamaba desde el suelo, ella se encontraba arriba de un árbol. –Karim –el hombre repitió, pues la chica parecía estar absorta. –¡Karim! –tercer intentó y logró hacerla reaccionar.
–… Hola, padre. –respondió con sonrisa divertida.
–Vamos, nos están esperando. –El hombre de cabello negro estilo melena corta le regresaba la sonrisa.
Brandon, es bien conocido por ser un hombre, líder y padre ejemplar, sabía balancear sus responsabilidades con el pueblo y su familia. La chica se inclinó a caer, saltando de rama en rama hasta quedar frente a su padre de crianza.
–Aún no llega ninguno, y aún falta algo de tiempo para eso.
–Sí, pero me refería a Randall y Nauzet.
–Ah… Claro…
–¿Qué ocurre? ¿Peleaste con alguno?
–No, pero ya casi no me dejan sola ni un momento.
–Sólo buscan protegerte, después de todo Nauzet y tú han sido amigos desde pequeños y Randall, bueno, lo elegiste como prometido ¿no es así?
–… –la joven desviaba su mirada. –Sólo me gustaría que no me tratarán como una niña indefensa, no lo soy. –dijo haciendo reír al mayor.
–¿Se los has dicho?
–Sí… Y sabes bien cual fue la respuesta. Además, Randall es muy estricto con las tradiciones y reglas. Me gustaría que fuera un poco más suelto ¿sabes?
–Sí, mi pequeño espíritu libre. –habló con voz suave mientras despeinada a su hija. –Eres igual que tu madre.
–Gracias, es un orgullo y un honor saber eso. Jajaja.
Una enorme sombra se avistaba, un dragón rojo surcaba el cielo, la joven sonrió, pues aunque no era la primera vez que veía a esa gran criatura pasar las tierras, sí sería la primera vez que podría verlo de cerca.
–Vaya, parece que Ignis llegó antes. –mencionó Brandon.
Karim emitió un silbido con el que llamó a su corcel, un caballo frisón de pelaje negro, su cabeza es noble y expresiva, su cola larga, sus patas con barbas y amplio de calzado, y de carácter es calmado.
En cuanto el animal llegó, ella se montó en un parpadeo, al lado de su padre, otro caballo de la misma raza estaba parado, uno de color castaño oscuro.
–¡Vamos!
La joven con entusiasmo comenzó a galopar hasta la torre Norte que es donde se llevaría a cabo la reunión, en realidad conocer a los demás profesados le era indiferente, sólo quería ver a aquel mítico ser de tan impresionante porte. El jefe suspiró y subió a su corcel, empezando a seguir a su hija, en el camino otros 4 guerreros sobre sus caballos había, los cuales esperaban a padre e hija, sin oportunidad de hacer algo vieron a su “princesa” correr con alegría hacia la torre.
Dos jóvenes jalaron las riendas de sus corceles para seguir a la chica, ambos de piel un poco morena y cabello largo y hecha trenzas, uno de la misma edad que Karim y el otro 5 años mayor. Los dos que quedaron era un hombre de la misma edad que el “rey” y una mujer de 25 años, ambos esperaron al jefe y una vez cerca los tres comenzaron a seguir a los que se adelantaron. Karim llegó al límite del bosque, un tronco había en la línea, se inclinó un poco al frente y dejó que su amigo cuadrúpedo saltará sobre aquella madera, saliendo de la frondosidad.
–Deja de hacer eso. –habló el joven adulto.
–No quiero. –respondió sin perder su alegría. –Relájate, Randall.
–Sí, hermano. –habló el menor. –Karim es buena montando.
–Gracias Nauzet. –habló la joven con orgullo y con el mayor soltando un suspiro que pareciera estar molesto.
La sombra volvió a verse y haciendo que el aire soplara fuerte debido a que estaba siendo producido por el aleteo del dragón, en ese momento los otros tres jinetes que habían quedado atrás también se hicieron presentes, más la joven no apartaba la vista de la gran bestia, quien una vez aterrizó, se recostó para hacer que sus tripulantes bajaran, los jinetes bajaron de sus caballos y la joven seguía admirando más al dragón que al rey Julián y la princesa bajando con cuidado.
Sin embargo, sus ojos se separaron un momento de la criatura para prestar atención al joven que se lanzó como si nada al suelo y cayendo de pie, un chico de cabello color rojo caoba, corto y un estilo despeinado que le hacía ver elegante. Ambos muchachos cruzaron sus miradas, y la joven estaba cautivada por los ojos del contrario, un color rojo claro, pero intenso.
–Julián. –habló el jefe de Tenebris parándose al lado de su hija haciendo que ella reaccionara.
–Brandon. –el rey se acercó y alzó su mano en señal de un apretón, cosa que el líder aceptó. –Princesa. –mencionó extendiendo su mano.
–Rey de Ignis. –respondió sonriendo aceptando el gesto y con él dando una reverencia. –No debe hacer eso, después de todo, Tenebris no es un reino, tampoco es necesario que me llame princesa cuando no lo soy.
–Lo es, aunque no posean un título, se han ganado ese legado. –dijo apartándose y señalando a sus hijos. –Déjenme preséntales a mis muchachos, ella es Aisha, mi hija menor, y él, –la chica vio al joven quien mostraba un porte indomable, serio y digno de un reino. –es mi hijo mayor, Rawrap.
–Es un gusto. –mencionó el líder del pueblo. –Ella es mi hija, Karim.
La chica alzó su mano para saludar al joven, quien la tomó con firmeza, pero con suavidad, mientras que ambos se quedaron viéndose a los ojos, dónde algo les ató, algo más aparte de su pasado, el presente y futuro.
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Hijos de los Elementos
Fantasy¿Cada quien tiene un destino o cada cual elige su camino? Nadie conoce la respuesta a esta pregunta, pero también sabemos que nadie elige dónde nacer. Muchos prefieren regirse por sus tradiciones, otros por la suerte, y pocos por propia determinació...