Tierra guerrera, corazones ardientes, voluntad de acero forjada por el calor de la determinación. El Reino de Ignis es una de las más prosperas, a unos cuantos kilómetros del castillo converge un volcán activo, sin embargo, no hay peligro alguno para los habitantes cercanos ni para el reino, pues en aquella área hay criaturas que mantienen la energía a raya, Dragones.
Aunque estos grandes seres viven en armonía con los humanos, no es común que alguien logre domar uno, a no ser que el dragón lo vea cómo digno merecedor de su servicio, estos simplemente permanecen libres surcando los cielos, viajando a cualquier lado que les plazca o solamente descansando en su hogar, pueden alimentarse de la energía del volcán o de otras criaturas como peces o incluso cazando a grandes bestias marinas, aunque también pueden comer frutas. El líder de los dragones es Rex, un dragón rojo.
Aquella noche del inicio del año en la boca del volcán, una luz se iluminó atrayendo la atención de aquellas grandes bestias, Rex se acercó a la abertura de la corteza terrestre encontrándose con aquel infante envuelto en una manta, rápidamente lo quitó de allí y lo llevó al pie de la montaña. En ese momento el rey Julián llegó con unos cuantos hombres de su entera confianza, contó al dragón sobre la profecía y este parecía comprender mejor la situación.
–Ya veo. Serviré a este chico, así que cuídalo e instrúyelo bien.
Se limitó a decir Rex mientras se iba del lugar. Julián cargó al niño y lo llevó al palacio. Él y su esposa lo adoptaron, le dieron su apellido, Igneel, y un nombre, Rawrap. Dos años después el rey y la reina tuvieron una hija, Aisha. Ambos infantes crecieron creyendo ser hermanos hasta el cumpleaños número 10 de Rawrap, él y su hermana de 8 años fueron a visitar a Rex, en el camino se encontraron a un grupo de personas que querían secuestrarlos, el niño bien podía defenderse con la espada corta que llevaba encima, pero su hermana no, lograron tomarla y se la estaban llevando.
–¡Lao! –decía la pequeña a su hermano, no podía pronunciar su nombre.
–¡Aisha! –el menor estaba asustado de no poder ayudar a su hermanita.
Con el pequeño cuchillo que tenía en mano se abalanzaba sobre los secuestradores quienes logrando someterlo. Desde el cielo, Rex logró ver lo que ocurría y descendía para ayudar, pero se detuvo en cuanto notó algo. El chico despertó su poder, llamas alrededor de él se encendieron y evaporó a quienes lo sujetaban. Los hombres que sostenían a la princesa decidieron dejarla y huir, poco les sirvió cuando el príncipe emitió otra llamarada, perdió el control y su poder estaba por chocar contra su hermana, sin embargo, Rex llegó protegiendo a Aisha del fuego y calmando al chico devorando sus llamas haciéndolo desmayarse. Luego de eso el dragón llevó a los niños al palacio donde junto al rey y la reina contaron la verdad sobre la llegada de Rawrap. El muchacho comenzó a entrenar más para controlar su habilidad junto a Rex, pero seguían manteniéndolo en secreto.
A pesar de que los chicos ya sabían que no poseían la misma sangre, siguieron viéndose como hermanos y conviviendo como tal. Otros 10 años pasaron y el joven ya controlaba con excelencia su elemento, se convirtió en un excepcional guerrero y un gran líder, semblante perfecto para el heredero al trono. Ahora se dirigía junto a su padre y hermana montados sobre Rex a una fortaleza a las afueras de Tenebris, una reunión con todos los reinos para presentar al fin a aquellos ligados por el destino.
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Hijos de los Elementos
Fantasy¿Cada quien tiene un destino o cada cual elige su camino? Nadie conoce la respuesta a esta pregunta, pero también sabemos que nadie elige dónde nacer. Muchos prefieren regirse por sus tradiciones, otros por la suerte, y pocos por propia determinació...