Capítulo 1

12.6K 749 387
                                    

Damián Fox

Estaba con Poe en su auto, nos encontrábamos frente al Ginger café.

No, no iba a llevar a cabo el plan de llevar a Padme a mi mundo. Eso ya estaba hecho desde hace unos días y todo iba bien.

-No entiendo que hacemos acá - dice Poe, en su voz se nota el aburrimiento y cansancio.

-Silencio - digo sin expresión, noto como Poe rueda los ojos, pero se queda pasmado en un punto fijo, frunzo levemente el ceño.

-¿Qué mir... - antes de poder terminar la pregunta, Poe pone su mano en mi mentón y lo gira a la dirección donde está viendo.

-A ella - dice.

Una chica ríe animosamente con otros jóvenes, aparentemente contemporáneos conmigo, su cabello castaño y lacio cae por los lados de su rostro, su piel pálida por la falta de sol. Lleva un gran abrigo que no deja ver mucho, unos jeans holgados, unas botas negras.

Cristian también está en el grupo de amigos en donde está la muchacha.

La joven me parece conocida, la he visto antes, la conozco...

-¿Esa chica no es Ambar? ¿Tu ex vecina? - pregunta, entrando en conciencia.

Mis recuerdos empiezan a llegar a mi cabeza de manera rápida. Específicamente, un recuerdo vívido...

Miraba por la ventana de mi habitación. En ese entonces tenía 11 años.

Mi vecina, Ambar, se encontraba fuera de su casa junto a sus padres. Los trabajadores llevaban los muebles al camión de mudanza, una pequeña Ambar de mi edad, veía como llevaban sus cosas y, con eso, sus recuerdos.

Al parecer, sintió mi mirada así que levantó la mirada en dirección a mi casa y me vio. Sus ojos rojos y humedecidos me veían directamente.

Me dio una leve sonrisa y bajó la mirada triste.

No hablaba mucho con ella, no éramos amigos, ni nada. Pero, ella siempre buscaba conocerme. Siempre veía por su ventana con una sonrisa, miraba directo a la ventana de mi habitación buscando verme; me saludaba desde su patio con una sonrisa tierna; llamaba mi atención y me pedía salir a jugar.

Incluso, había convencido a su madre para ir a visitarnos y llevar un pastel de moras. Así la conocí oficialmente y supe su nombre y ella el mío.

Siempre llamó mi atención, desde que nacimos fuimos vecinos. Siempre intentó conocerme más, pero no lo logró.

Cuando yo iba aceptar jugar con ella o buscar la forma de conocerla de una manera "normal", sus padres decidieron mudarse de Asfil, se llevaron a Ambar, y con ello, mi mayor obsesión a mi tan corta edad.

No supe a dónde fue, que hizo o que pasó con ella.

Padme se volvió el centro de mi atención, pero no con la misma intensidad de la que era con Ambar.

-Es ella - digo en un susurro apenas audible.

Mi atención estaba totalmente centrada en la muchacha, ella hablaba con los otros jóvenes y reía cada cierto tiempo.

No sabía si los conocía de antes, pero se notaba que había cierta confianza.

Cristian, el idiota, se acercaba a ella cada cierto tiempo y trataba de hacer cualquier tipo de contacto físico con ella, lo cual era negado indirectamente por la muchacha.

-No mentiré, tengo una erección - dice Poe, cortando el momento de examinación.

-Cállate - digo con frialdad, Poe hace un mohín de ofendido el cuál ignoro.

Ella parece sentir nuestras miradas y mira en nuestra dirección, incluso pareciera que pudiera vernos, cosa que es imposible ya que las lunas son polarizadas. Una chica le dice algo que hace que Ambar la vea y ría. Cristian se vuelve a acercar a ella, haciendo que la chica ponga cara de incómoda.

-Ese idiota me cae mal - dice Poe viendo al muy imbécil.

-No durará mucho en esta tierra - mascullo molesto.

Cada vez hace más calor, el sol se hace más presente. Ambar parece sentir esto porque se quita el abrigo, dejando ver un top de color negro de strapple.

Se ve idéntica a como la imaginaba.

No voy a negar que siempre deseé volver a verla, saber que estaba bien, saber que aún estaba dispuesta a conocerme y pasar el tiempo conmigo.

-Justo llega cuando ya llevaste a cabo tu plan - dice Poe divertido, se recuesta en el asiento viendo a Ambar - y ahora, como tú no puedes, yo sí - dice, y no me da tiempo ni siquiera de parpadear cuando Poe ya había salido del auto.

-¡Poe! - exclamo, él me ve a través de la ventana - regresa acá - ordeno, él hace mala cara.

-Mira, te propongo algo - me mira cuando ya está nuevamente en el auto - hay que tener un ménage a trois - propone yo frunzo el ceño - así, todos felices.

-No - rechazo firmemente.

-Ah, qué tipo tan egoísta me saliste - dice haciendo un puchero exagerado.

-Ash - emito yo, vuelvo mi atención a Ambar - no quiero que te acerques a ella - amenazo, él alza los brazos en falsa rendición.

Otro recuerdo llega a mí.

Era 9 de setiembre, mi cumpleaños, apenas tenía 8 años, no celebraba con la cacería ni nada por el estilo, aún era un niño. Aunque fuera un niño, mis padres ya sabían lo que era y toda esa mierda. Caminé por mi habitación, deteniéndome en la pequeña mesa que tenía por escritorio a esa edad. Me senté en ella y empecé a dibujar.

Inevitablemente, la imagen de Ambar llegó a mi joven cabeza, empecé a dibujarla como la recordaba, pero fui interrumpido por un sonido proveniente de mi ventana. Volteé para verla, caminé hasta esta, abrí las persianas y frente a mi habitación vi a aquella niña que llenaba mis pensamientos, incluso a esa tan corta edad.

Ella movió la mano en saludo, imité su actuar, ella sonrió más por ello.

Su ventana estaba abierta, ella hizo una seña para que abriera mi ventana, por alguna extraña razón, lo hice. La abrí y ella tiró algo desde su ventana a la mía, fruncí el ceño, Sonrió y llegué a escuchar la voz de su madre.

-Am - emitió la señora Becket - baja a comer, linda - dijo, ella Sonrió y se despidió de mí con la mano para luego cerrar su ventana y salir corriendo de su habitación.

Cerré la mía y me agaché para recoger lo que me había tirado Ambar.

Era una pequeña bolsa de tela, la abrí y saqué lo que había dentro: un papel doblado en cuatro, un chocolate con almendras y una pequeña cajita.

Abrí el papel, con una caligrafía digna de un infante de nuestras edades, decía: "Feliz cumpleaños, Damián. Pásala bonito, espero que te gusten mis pequeños regalos."

Abrí la cajita y me encontré con una pequeña pulserita de tela, esta tenía la letra "D" como decoración principal. En la cajita había otro papel, lo abrí: "Mi mami me ayudó con este regalo, pero el chocolate es totalmente mío, disfrútalos."

Fueron los únicos regalos que recibí ese cumpleaños, mamá ni papá me dieron nada, ni celebraron aquello. Simplemente lo dejaron pasar como otro día más.

En esa ocasión, y con el tiempo, me di cuenta que le importaba más a ella que incluso a mi familia.

Y ahora que estaba de regreso, no quiero que nadie se atreva siquiera a mirarla con otra intención.

No quiero que nadie se le acerque, no a Ambar, ella es y siempre será mía.

Ella será mía.

Sé mi peligroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora