Capítulo 55

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Una vez te acostumbras a poner tu vida en riesgo, lo cotidiano es aburrido. Justo eso era lo que me pasaba ahora.

Estar sentada con poco más de veinte adolescentes sudorosos luego de gimnasia y escuchando a un maestro que hablaba de manera pausada y suave era como una tortura a esta altura de mi vida. Solo podía sentir el olor de sudor mezclado con desodorante barato.

La clase de gramática era lo más aburrido para mí, no por la materia, sino por el maestro Higgins, quien rodeaba los sesenta años y siempre olía a naftalina y humedad.

Ni siquiera compartía esta clase con Damián, pero si la compartía con Vanessa. Para mi mala suerte, el único asiento qué estaba libre para mí era el que estaba delante de ella. Sentía como me miraba constantemente y susurraba cosas para sí misma. Juraba que si pasaba otra hora en ese salón, iba a golpearla en la cara.

Vanessa fue mi amiga durante mucho tiempo y sabía perfectamente lo rencorosa e inmadura qué podía llegar a ser. Estos últimos días no habían sido mis favoritos, mi tolerancia estaba muy por debajo de lo normal y mi sentido del humor se había reducido considerablemente. Habían muchas razones para esto, desde que estaba estresada por la respuesta de Yale, pasando por que mis alergias habían empeorado, hasta llegar a que me había bajado y sentía que me iba a desmayar en cualquier minuto.

Habían pasado días desde Halloween, desde aquella mañana no he hablado con Padme. Nos habíamos cruzado en clases, pero ella evitaba cruzar miradas conmigo y yo ya estaba cansada como para tomarle importancia. Damián ya estaba mucho mejor y había mejorado con rapidez.

Bostecé por cuarta vez cuando sonó el timbre. Todos empezaron a guardar sus cosas sin esperar que el maestro terminará de hablar. Yo intercambiaba mi mirada entre el maestro y mi mochila. Él mencionaba qué debiamos entregar un proyecto final, el cual cerraba las notas del año.

Suspiré y una vez tuve mis cosas guardadas me puse de pie. Cuando estaba caminando, Vanessa chocó mi hombro con el suyo de manera brusca.

-Ups - dijo mirándome con cierta maldad y burla.

-Deja el complejo de Regina George, Vanessa. Solo das vergüenza ajena - dije, irguiéndome para pasar por lado sin mirarla -. Buen día, profesor Higgins - me despedí.

Recibí un "Buen día, señorita Ambar" de regreso. Salí del salón y Damián me esperaba afuera, de pie con un muffin en sus manos. Sonreí ampliamente.

-Hola, cariño - saludé, acercándome para darle un abrazo. Él pasó su brazo por mis hombros y su otra mano me extendió el muffin de chispas de chocolate.

-Hola, preciosa. Tuve una hora libre, así que fui a buscar tu muffin favorito - dijo con dulzura, lo cual provocó qué sonriera.

-Gracias, amor - agarré el muffin y dejé un besitos en su mejilla - ¿Qué tal tus clases?

-Bastante tranquilas, pero tengo que entregar un proyecto final de Química para el próximo lunes - mencionó, suspirando pesadamente. Caminábamos a la puerta principal. El horario escolar había llegado a su fin.

-Me imagino, yo tengo uno de Gramática. Es lo peor.

-Eres buena en Gramática - me aseguró.

-Lo sé, pero odio tener proyectos finales - mostré una sonrisa triste y le di una mordida a mi muffin.

Pasamos por la puerta y una ráfaga de viento nos golpeó. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, provocando una risa en Damián.

-Ten - dijo, dejando de abrazarme para quitarse la chaqueta de cuero qué traía.

-No, tendrás frío - sigo caminando, ignorando qué Damián caminaba detrás de mí con la chaqueta en mi dirección -. Yo tengo este suéter - señalo mi ropa.

Sé mi peligroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora