Capítulo 30

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Ambar Green - Becket

Abrí los ojos y sentí el auto deteniéndose. Damián estaba viendo a la nada y Poe estaba medio llevado por el sueño. Padme a mi lado estaba aún dormida. Archie, Tatiana ni Danna se encontraban, supuse que se habían quedado en algún lugar del camino.

Tenía miedo por lo que pudiera pasarle a Tatiana, traicionó a la manada, pero tenía una razón, válida o no, eso ya no dependía de mí. Tatiana siempre me había tratado muy bien y sentía lástima por ella.

-Llegamos – anunció Nicolás.

A través del vidrio pude observar una casa estilo victoriana con unos enormes muros de hierba de la rodeaban.

Nos bajamos y, con la ropa llena de sangre seca, seguimos a Nicolás. Subimos las escalinatas y esperamos en el porche a que él encontrará la llave correcta en un pequeño manojo. No tardó en hallarla. Abrió la puerta y lo primero que percibí fue un aroma delicioso, como de tocino recién hecho.

Avanzamos hacia el recibidor y por un pasillo que estaba conectado a lo que parecía ser la cocina, se asomó una muchacha. Miró a Nicolás y esbozó una sonrisa de entera felicidad, entonces corrió y se le lanzó encima y lo abrazó.

-¡Nicky! – exclamó, como si no pudiera creer que lo veía -. ¡Viniste! ¡Viniste!

-¿Cómo estás, Anie? – le dijo él, devolviéndole la sonrisa.

-¡Muy feliz ahora! – exclamó ella, apretujándolo.

-Mira, traje algunos amigos – dijo Nicolás después de que lo soltara.

Ella asintió y se nos quedó viendo, ni siquiera se asombró por la cantidad de sangre que había en nuestros rostros y prendas.

-¿Se quedarán? – preguntó ella -. Estoy haciendo unos panqueques con tocino. Sé que todavía falta mucho para el desayuno, pero a esta hora me da más hambre que nunca.

-Me pasa muy seguido a decir verdad – dije, secundándola. Ella sonrió por mis palabras.

-Si. Ellos son Damián, Ambar, Padme y Poe, y se quedarán aquí – dijo Nicolás, mirando a los chicos -, con la condición de no lastimar ni matar a ninguna de las personas que habitan esta casa.

Poe resopló.

-Cuántas limitaciones – expresó, falsamente ofendido -, pero está bien, sé controlarme.

Reí con sus palabras.

-No tengo problemas con ello – aceptó Damián.

-Perfecto, entonces creo que necesitan darse un baño, se ven sucios – comentó Anie, mirándonos la ropa -. Veo que no trae equipaje, pero no se preocupen que aquí hay mucha ropa que los de paso han dejado. Vengan.

Todos la siguieron, e iba a hacerlo pero antes miré a Nicolás.

-Gracias, de verdad muchas gracias – dije con una sonrisa.

-No te preocupes, anda báñate.

Seguimos a Anie por el pasillo.

-¿Y cuantos años tienes? – le preguntó Poe, curioso.

-Los suficientes como para que no te atrevas ni a tocarla – gritó Nicolás desde abajo -. Eso va dentro de las condiciones también.

Anie se detuvo frente a una de las puertas.

-Ustedes dos – indicó señalando a Poe y Damián – se pueden quedar aquí. No hay muchas habitaciones disponibles, pero supongo que nos le importara compartir.

Sé mi peligroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora