— Bueno, tú no vengas a ayudarnos a recoger tus mierdas, ¿eh? — le dice sarcástica Silvia a Carla — No se te vayan a romper las uñas, damisela.
La rubia le saca la lengua.
— No es por eso, lista. No os puedo ayudar por esto — señala el cortísimo vestido que lleva puesto — Si me agacho, todos esos babosos — su dedo señala ahora la cola infinita de hombres jóvenes que esperan para entrar a la discoteca — Me van a ver el culo. Y no se merecen ver esa maravilla — culmina su explicación.
— Uf, bájale a tu ego — se queja Silvia.
Yo sigo recogiendo las cosas de Carla junto con Silvia y Gabriella. Raquel coge a Carla del brazo y entran al lugar diciendo que van a pillar sitio. Nosotras seguimos con lo nuestro.
¿Y por qué estamos recogiendo las cosas de Carla del suelo?
Pues porque cuando hemos llegado a la fila de la discoteca, Carla se ha puesto a retocarse el maquillaje con la mala suerte de que una chica medio ebria le ha dado un empujón sin querer al pasar por su lado y su bolso ha caído al suelo, y todas las cosas que habían dentro han volado hacia fuera. Cosas como: llaves, maquillaje, pintalabios, toallitas, algo de dinero en efectivo, tampones...Su bolso parece el bolsillo mágico de Doraemon. Y ahora todo está en la acera esparcido.
— Vale, creo que ya lo tenemos todo — dice Gab levantándose de la fría acera con varias cosas en la mano.
— Sí — asiente Silvia — Aunque creo que...— baja la vista de nuevo y se agacha a por algo — ¡Ya está! — dice llena de felicidad agitando un botecito negro — Ahora sí está todo.
Me adelanto unos pasos para averiguar cuál es el contenido del bote.
Es el spray de pimienta de Carla.
Dos chicos pasan por el lado de Silvia. Van riéndose de sus propias bromas y hablando a viva voz. Pero cuando ven a mi amiga, bueno, más bien cuando ven el pequeño bote que lleva en su mano izquierda, se alejan rápidamente, como si Silvia llevara una metralleta o algo así, y acaban estampándose contra la dura pared de cemento del local. Los pobres están asustados.
Silvia se percata de ello y agita un poco el bote y da unos pasos cortos hacia ellos. Los chicos se asustan aún más y se disponen a correr despavoridos calle abajo.
Silvia suelta una sonora carcajada.
— No me puedo creer que se hayan pensado que ibas a usar el spray contra ellos — digo sorprendida.
Algunas personas de alrededor que esperan en la cola también han visto la escena y algunos se ríen bajito y otros frunzen el ceño sin entender nada.
— Bueno, dame — Gab me quita las cosas que he recogido de Carla — Voy a llevarle todo esto.
La otra asiente y salen corriendo para entrar al local. Unas personas que están esperando se quejan de que ellas hayan entrado sin haber tenido que esperar. Pero lo que esa gente no sabe es que Silvia está compinchada con el portero. Es su primo.
Suelto un "lo siento" a la pobre gente que lleva aquí un montón de tiempo esperando y me dispongo a entrar.
— ¡Espera! — grita una voz masculina detrás de mí.
Pero no le hago caso porque no la reconozco.
— ¡Por favor! ¡La chica morena! ¡Espera! — vuelve a gritar.
Un momento. Yo soy morena.
Me doy la vuelta para mirar al chico que estaba gritando. Parece joven, es alto y su pelo es rubio. No sé quién es. Pero me está mirando directamente a mí.
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Me enamoré del Diablo {Damiano David}
RomantikDolor. Rabia. Ira. Todo eso fue lo que sentí aquella tarde en Roma. Pero de eso ya hace cuatro años, cuatro años desde la última vez que lo vi. Jamás pensé que nuestros caminos se volverían a cruzar otra vez. Hasta ahora... || #1 Damiano || 25/08/2...