Capítulo 57

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Sí.

Esa fue mi respuesta.

Aunque, ¿cómo podía ser otra, no?

Soy la envidia de medio mundo ahora mismo. Varias personas que vivieron ese momento, ya que estuvieron presentes en el concierto, lo grabaron y ahora está corriendo como la pólvora ese vídeo por todas las redes sociales. En Instagram ya lleva más de un millón de reproducciones en cosa de horas. Estoy evitando la tentación de leer los comentarios del vídeo, porque sé que si lo hiciera me envenenaría con todas las mierdas que tiene que estar soltando la gente de mí y de Damiano.

— ¿Para qué me habéis despertado tan temprano? — les pregunto a mis amigas mientras camino detrás de ellas yendo a Dios sabe donde, porque no me han dado explicaciones de lo que traman.

— Es que necesito que hagas algo que me hace mucha ilusión — me contesta Carla — Y sé que a ti también te va a hacer mucha ilusión, bestie.

Gabriella enrosca su brazo con el mío y me hace caminar más lento, manteniendo una distancia entre nosotras y Silvia y Carla que van delante.

— Si te sirve de consuelo yo tampoco sé a donde vamos - mira a las otras y frunce el ceño — ¿Y si las dejamos tiradas y nos vamos a por unos gofres?

La miro sin entender.

— ¿Qué? — suelta notando mi mirada — No he desayunado.

— Yo también tengo ganas de jalar — gira Carla la cabeza compartiendo con nosotras sus deseos de comer.

Gab da un bote que me asusta hasta a mí.

— Qué puto oído tiene — masculla Gabriella.

— Eso siempre me lo dice mi otorrino — se encoge de hombros la otra — Mi madre siempre decía que lo tenía así de bien porque de ser cotilla se me había agudizado y podía escuchar los cotilleos como a dos kilómetros de distancia incluso.

— Eso no tiene ningún sentido — Silvia se lleva las manos a la cabeza por las locuras de la otra.

— Tampoco tiene sentido que tú hayas nacido y no te digo nada — la pica la otra.

Silvia se pone que echa humo. Carla siempre consigue sacarla de quicio.

— Pues tampoco tiene sentido que tú nacieras.

— Pues no — le da la razón Carla — Fue mi padre, que es un descuidado.

— Oye, ¿os podéis callar? — les pide de mala manera Gabriella, sin soltar mi brazo.

Carla simula cerrarse la boca con una llave imaginaria y después simula tirarla al suelo para deshacerse de ella también.

— ¿Y cuándo es la wedding? — me mira Silvia de soslayo.

— ¿Eh?

— ¡La boda! ¿Cuándo es?

— ¡Pero si me lo pidió anoche! — le grito de vuelta — No hemos hablado de nada de eso.

— Debería ser la semana que viene — propone Carla.

— Claro que sí — ironizo yo — Mañana mismo.

Gabriella ríe a mi lado.

Silvia se para frente a una tienda sonriendo ampliamente y señalando con emoción el escaparate.

Mis ojos amenazan con salirse de sus órbitas cuando veo el contenido de la tienda. Es una maldita tienda de vestidos de novia.

— ¿Qué pintamos aquí?

Me enamoré del Diablo {Damiano David}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora