Capítulo 21

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— Buenas mis amores, ¡ya llegué! — grita Damiano todo sarcástico abriendo la puerta de la Casa Måneskin.

— Pues no grites tanto, mi amor — dice Thomas desde el sofá riéndose mientras recalca eso de "mi amor".

Vamos hacia el salón y nos paramos enfrente del sofá. La cara de diversión de Thomas cambia en una décima de segundo a una de sorpresa cuando me ve.

— ¡No me lo puedo creer!

Thomas salta del sofá y viene hacia mí para darme un enorme abrazo.

— Pero, ¿cómo es que estás aquí? — todavía está alucinando con mi regreso.

Se aleja un poco de mí y se queda mirándome, esperando mi respuesta.

Pues ya ves — me encojo de hombros — Tu amigo puede ser muy persuasivo — digo en voz baja para que el otro no se entere.

Thomas abre mucho los ojos sorprendido y asiente.

— ¡Oye! — se queja Damiano — Yo no he persuadido a nadie — levanta las manos dramático — ¡Pero si soy un santo!

Me río ante eso.

Ja. Un santo mis cojones.

Si él es un santo, yo soy la Vírgen María.

— ¿Y dónde está Victoria? — le pregunta Damiano a Thomas.

— Arriba, bañando a Chili creo.

Damiano asiente y va hacia las escaleras, parándose en el primer escalón mientras le grita a Victoria que baje.

— ¡Victoria! ¡Baja ya, joder! — chilla.

— ¡Estoy bañando a Chili! ¡No me grites! — la escuchamos desde arriba.

— ¡Me da puto igual! — le contesta — ¡Deja a la perra sola dos putos segundos! Esto es más importante — finaliza.

Se escuchan unos pasos desde el piso de arriba yendo directamente a las escaleras. Las baja de dos escalones en dos escalones toda diva para llegar antes aquí.

— Ya tiene que ser importante — sigue rechistando mientras baja.

— Bueno, solo he venido yo. Tienes razón eso no es muy importante, sigue a lo tuyo — le digo riéndome.

Mira hacia mí y se detiene un segundo. Entonces se tapa la boca y contiene unos grititos de emoción para luego empezar a correr hacia mí y llevarme por delante.

Literalmente.

Se me ha echado encima y hemos acabado las dos cayendo en el sofá. Doy gracias a Dios de que el sofá estuviera justo detrás. Mi espalda impacta contra éste y acabo con Vic encima de mí estrujándome contra ella como si fuera un peluche.

— No me creo que estés aquí — dice toda emocionada.

— Sí, bueno no creo que dure mucho tiempo si me sigues aplastando así.

Realmente me estoy quedando sin aire.

Pilla la indirecta y se levanta de un salto. Yo me incorporo y me quedo sentada en el enorme sofá.

— ¿Cómo has conseguido traerla? — se dirige ella a Damiano — Lo cierto es que no pensaba que lo conseguirías — reconoce.

Vaya, se van a poner a hablar del retorcido plan que idearon para conseguir que volviera.

— Oye, eres una traidora — le echo en cara.

Ella le dio la dirección de aquel local a Damiano. Eso no se me ha olvidado.

Me enamoré del Diablo {Damiano David}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora